En medio del tenso entorno político en Europa de mitad de los años treinta del siglo pasado, en el Congreso de la FIFA celebrado durante los Juegos Olímpicos Berlín 1936 el panorama, también resultó hasta hostil, la influencia de la Alemania Nazi permeaba en la votación para elegir a la siguiente sede mundialista.

En la batalla de pantalón largo librada en el Congreso de la FIFA, la candidatura de Francia se impuso a la propuesta de Argentina, que reclamaba la sede de la cita mundialista por corresponderle a Sudamérica, luego que Italia había albergado el torneo en 1934.

Ya con la sede confirmada y con la presencia en la presidencia de la FIFA del francés Jules Rimet, que representaba una garantía en el éxito en el desarrollo de la organización, Francia puso a disposición diez estadios en nueve ciudades para la realización del torneo.

Para encarar la defensa de su título, Italia recurrió a la fórmula de su director técnico Vittorio Pozzo, que armó un equipo encabezado por los experimentados Giuseppe Meazza y Giovanni Ferrari, y reforzado con el que se convertiría en la gran figura, el delantero de 25 años Silvio Piola.

Alemania se reforzó con jugadores no nacidos en su territorio, como lo hizo Italia en 1934 al incluir a tres exseleccionados argentinos de 1930, por ello el técnico teutón Sepp Herberger aprovechó que el ejército alemán invadió y se anexó Austria en marzo de 1938, para incluir a cinco austriacos en su plantel.

De esta forma, se vistieron con el uniforme alemán los austriacos Rudolf Raflt, Stefan Skoumal, Josef Stroh, Wilhem Hahnemann y Leopold Neumer, sin embargo, el conjunto teutón fue eliminado por Suiza en el partido del desempate que ganaron los helvéticos 4-2 en octavos de final.

En la primera ronda eliminatoria avanzaron Suiza, Italia, Francia, Brasil, Checoslovaquia, Cuba y Hungría, y se les unió Suecia, que tendría como rival a Austria, pero por la invasión alemana, el representativo austriaco no participó como tal.

En cuartos de final, mientras Suecia goleó a Cuba 8-0 y Hungría superó a Suiza 2-0, los duelos Brasil ante Checoslovaquia y Francia contra Italia captaban la mayor atención.

Franceses e italianos se encontraron el 12 de junio en el estadio Colombes de París ante 60 mil espectadores que esperaban que el seleccionado local lograra su pase a semifinales, pero la historia fue diferente, la squadra azzurra ganó 2-1.

La paridad de fuerzas entre Brasil y Checoslovaquia se refl ejó en dos cerrados encuentros: El 12 de junio, en un partido en el que el portero checo Frantisek Planicka jugó casi todo el tiempo fracturado de un brazo, ambas escuadras empataron a uno.

Dos días después se jugó el duelo de desempate, en el que Brasil se impuso 2-1 con goles de Leónidas y Roberto da Cunha. Las semifi nales se definieron con el duelo entre Italia y Brasil en Marsella, mientras en París, Hungría disputaría con Suecia el boleto a la final.

Con tres tantos de Gyula Zsengeller y goles de Pal Titkos y Gyorgy Sarosi, el representativo magiar no tuvo problemas para vencer a Suecia 5-1; en tanto, italianos y brasileños protagonizaron el primer encuentro de una fuerte rivalidad que ha prevalecido a lo largo de las Copas del Mundo.

Para ese cotejo sorprendentemente el entrenador brasileño Ademar Pimenta dejó en la banca a Leónidas, argumentando que su mejor hombre debería descansar para estar listo para jugar la final.

Esa soberbia actitud le cobró factura y sin que pudiera evitarlo Italia se impuso 2-1.

El camino estaba recorrido e Italia y Hungría buscarían el título mundial luego de demostrar que eran los conjuntos con más capacidad e inteligencia para encarar competencias de eliminatoria directa.

Italia no tuvo muchos problemas para derrotar a Hungría 4-2 para convertirse en el primer país en lograr un bicampeonato, mientras Brasil se conformó con el tercer lugar tras superar a Suecia 4-2.

EXP/JS/FRU/ABR/2018