MOSAICOS DE HISTORIA | Mal hijo, pero buen caballero

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NOTA: Mosaicos de historia

La columna con la que hoy iniciamos nuestra colaboración con Periódico Expreso, tiene el objetivo de ofrecer una visión nueva de la historia sonorense, en la que privilegiaremos los aspectos relacionados con su vida cotidiana y una amplia gama de temas, de los esfuerzos de la sociedad en su conjunto, como de los individuos. Incluiremos todas las regiones de nuestro estado, porque en todas hay historias que merecen ser relatadas.

Yaxaira Galindo Martínez*Historiadora y M.Ed.

 

En cualquier época,


Fue en Guaymas a fines del siglo XIX, donde se presenta el caso de Fernando Montijo y Elvira Hugues, una pareja porteña, ambos de reconocidas familias de comerciantes. Fernando Montijo fue enviado a educarse en el puerto de San Francisco en el manejo administrativo y contable de empresas comerciales, hacia el año 1870. En varias de ellas adquiere la experiencia y conocimiento sobre las empresas estadounidenses.


A su regreso a Guaymas, siete años después, labora como administrador en las empresas de Cayetano Íñigo, posteriormente abrió su propia empresa comercial en sociedad con Uruchurtu y Azcona en 1884. Ese conocimiento e interacción con la vida estadounidense, le permitió mejores decisiones en sus proyectos empresariales y políticos.


Formado en las costumbres de aquel país, Montijo intenta seguir la vida con la misma intensidad de lo hecho en California, busca y organiza fiestas, ante la monotonía del puerto de Guaymas y recuerda sus andanzas en los lupanares californianos. Pero a la vez tiene una conducta reservada en cuanto a gastos personales, misma que quiere imprimir en el resto de los miembros de su familia.


Durante su estancia en el puerto conoce a la joven Elvira Hugues con quien después de un tiempo desea contraer nupcias. Sin embargo el proyecto es rechazado por su propia familia, en parte por no parecerles buena la candidata, pero Elvira viene también de una familia de comerciantes. Al aparecer, tanto su abuelo, como padre, arrastraban pasados contrapuestos en luchas políticas con los progenitores de Fernando, lo que confrontaba a las familias.


Esto era un obstáculo para Fernando ya que podría parecer desobediente a los ojos de su padre si no hacía caso de lo ya expuesto. Sin embargo por el lado de Elvira podría faltar a su palabra comprometida sentimentalmente, si seguía el llamado del pasado y no del corazón.


Parecía que el contexto de la región, más allá de lo familiar, generaba impedimentos para toda clase de proyectos, no se digan los matrimoniales si eran vistos como una empresa o una unión ventajosa que permitiera agrupar capitales. La trama amorosa se presentaba en años con eventos como la epidemia de fiebre amarilla, pero ni esa paranoia de tantas calamidades eran suficiente para hacerlos desistir del proyecto matrimonial.


Finalmente se salieron con la suya y contrajeron matrimonio. Su residencia se instaló en una zona ganada al duro suelo de los cerros de Guaymas a punta de barrenas y explosivos, según lo narra Alfonso Iberri en su Viejo Guaymas. La presencia social y política de Fernando creció hasta ocupar la alcaldía del puerto de Guaymas. Posterior a la revolución y tal vez llamados por aquellos años de juventud en el puerto, Fernando se traslada a San Francisco junto con Elvira, su old love como un día asentara en su correspondencia, bajo resguardo de la Universidad de Berkeley, en California.


Yaxaira Galindo Martínez*Historiadora y M.Ed.

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