#RelatosDeLaFrontera | A la búsqueda del esposo

nogalescultura expreso08222017wPor Ismael Valencia Ortega*

El mundo no es sólo de las grandes personalidades, ni de los grandes hechos. La historia también se teje en el torbellino de aconteceres cotidianos ajenos a los motivos de interés de quienes van a la búsqueda de las voluntades y fuerzas que accionan los grandes destinos sociales.

Para algunos las formas en que las multitudes incógnitas logran sobrevivir, resulta vano y casi imposible explicar, del cómo viven y satisfacen ese marasmo de apetitos. Con todo, tras la tragedia y los momentos de felicidad podemos encontrar argumentos que embonan la minucia social con los amplios derroteros.

Tras las cifras hay lo que realmente es motivo de la historia, como disciplina y realidad: el ser humano, sometido o no a leyes universales en que puedan ser explicados sus pequeños o grandes actos. Lo realmente difícil es encontrar las evidencias de esas pequeñas historias personales.

La documentación oficial, como censos y estadísticas son números fríos que poco rebelan de los trastornos de su vida cotidiana, aunque nos permiten intuir que algo pasa. En cambio la correspondencia personal da lo matices y los sinsabores personales, las rupturas afectivas, amorosas o, incluso culturales. En sus garabateadas líneas manuscritas se puede intentar varias explicaciones, relacionado las de orden personal y los grandes cambios que vivía Sonora al finalizar el siglo XIX.

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Uno de ellos fue el surgimiento de conglomerados humanos, nuevos pueblos, villas y ciudades en el cinturón fronterizo, al amparo de la actividad económica que en la misma se generó y que atrajo a pobladores del interior del Estado y fuera del mismo.

Nogales, la incipiente aduana formada con carpas hacia 1880, se convirtió en una pujante comunidad de algunos miles de habitantes atraídos por su calidad de terminal ferroviaria, asiento de comerciantes, mineros y refugio de aventureros, a la búsqueda de fortuna descritos por Louis Lejune en La Guerra Apache en Sonora.

Fue época donde se diluyen afectos comunitarios, familiares y personales, cuando alguna de las partes se lanza tras los llamados de una nueva opción para la vida, tal como lo vivió Salome Camalich de Tapia el año 1893, cuando comunica a Juan Pedro Camou que fue abandonada por su esposo Fermín Tapia e intenta alcanzarlo en Nogales Sonora:

Con muchísima pena molesto a ud. Suplicándole por su querida familia me haga favor y la caridad de socorrerme con alguna cosa pues varias familias me (h)an ayudado para completar mis pasajes para irme a Nogales, pues mi esposo hace ya más de dos meses se fue y me dejó con 7 criaturas y estoy para enfermarme de otra, dejándonos en una miseria espantosa sin contar con más amparo que la providencia de Dios. Señor ud. perdone la molestia y que Dios pague a ud., tan gran caridad.

Más allá de la tragedia personal que implica el abandono familiar por uno de sus miembros, lo que generó la marcha hacia la frontera, es el establecimiento de una nueva convivencia que rompía con los viejos esquemas de relación social de las comunidades de origen, como el de ranchos y haciendas, el trabajo agrícola, por el de minas, comercio y mano de obra para la construcción.

Los nuevos poblados nacidos de la actividad comercial, como Nogales o centros mineros como Cananea y Nacozari, decretaron el debilitamiento de la cohesión familiar de manera temporal o definitiva. Un nuevo modelo de familia tuvo que surgir de ese fenómeno migratorio y de desarrollo.

Ismael Valencia Ortega, Doctor en Historia por la Universidad de Sonora

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