#RelatosDeLaFrontera | Los intentos de control fronterizo en el desierto sonorense

distritoexpreso09092017wwPor Delia María Piña Aguirre*

Con la venta de La Mesilla —en 1853—, se definió en el papel la frontera entre Sonora y Arizona, esto dejó a poblaciones como Sásabe, Sáric, Quitovaquita, Nogales, La Morita y Agua Prieta al margen de la difusa división internacional. Sin embargo, la demarcación tangible de la línea divisoria esperó algunas décadas, por lo que los asentamientos al margen de esta frontera se formaron bajo el supuesto de que la cotidianidad era ir y venir de una nación a otra, sin siquiera percatarse de situaciones de “migración”, “comercio intern

En esta parte de la frontera norte de México, la ausencia de dicha línea se debía a varios aspectos: las precariedades en las que trabajaba la comisión mexicana de límites —como la carencia de armamento—; las condiciones geográficas, que provocaban falta de abastecimiento de agua, incluso a lo largo de 125 millas en el desierto Sonorense, desde el río Colorado hasta el punto denominado Quitovaquita; la presencia de espacios montañosos.

Un ejemplo sobre cómo se decidió marcar dicha frontera es Quitovaquita; pese a que no se ubicaba exactamente en la división política, su cercanía con la villa de Sonoita y la presencia de agua, justificó la presencia de una marca para dicho fin: un monumento, denominado mojonera que marcaba el fin del territorio mexicano.

Si bien estas marcas eran un punto visible para quien se acercaba, el que existieran varios kilómetros de distancia entre uno y otro, se podría decir que les restaba carácter como delimitación fronteriza.

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El elemento más importante es que pronto se crearon los lazos transfronterizos: comerciales, políticos y familiares. Pese a lo anterior, fue hasta la década de 1870 que apareció en Sonora un límite más tangible: las aduanas fronterizas. Se ubicaron a más de 80 kilómetros de la división política una en Altar, otra en Magdalena y la última en Fronteras. Simultáneamente aparecieron los resguardos, que junto a las aduanas tenían el objetivo de interceptar el contrabando. Era una ardua labor, debido a que contaban con poco personal y debían vigilar un espacio que consistía en más de 80 kilómetros desde la aduana hasta la frontera y más de 700 kilómetros de extensión de la línea fronteriza, desde el Río Colorado a la actual Agua Prieta.

En busca de mejores resultados, en 1880 se hizo una redistribución de las aduanas fronterizas en Sonora, se cancelaron las anteriores y quedaron como comandancias. Para el Distrito de Altar la vigilancia del comercio quedó así: una aduana en el Rancho de El Sásabe y otra en Quitovaquita; además, Sásabe contaba con resguardos en Pozo Verde y la Tinaja. En Magdalena, el recinto fiscal se trasladó al rancho Los Nogales, con secciones de resguardo en Sáric y Molinos, ambas cercanas a la Aduana Fronteriza de Sásabe.

Es importante señalar que el comercio transfronterizo era la actividad más importante del estado de Sonora a finales del siglo XIX, y el incremento del contrabando requería de control eficaz en la frontera. La situación era tal que, Porfirio Díaz decretó la creación del Cuerpo de Gendarmería Fiscal en 1885, sólo para erradicar el contrabando, y además adhirió a esta instancia el personal de los resguardos. Se ubicó a esta fuerza federal repartida en tres zonas en la frontera norte de México; Sonora y Baja California, conformaron la 3ª Zona, contaba con comandancias por todo el Estado. De principio contó con más de 150 empleados y un reglamento que facultaba a los mismos a una supervisión continua del pago de impuestos sobre los efectos extranjeros que encontraban a su paso, por lo que había que portar la documentación correspondiente en todo momento, pues en esta época el comercio de contrabando fue penalizado con cárcel y confiscaciones cuantiosas.

Por Delia María Piña Aguirre*Historiadora de la Universidad de Sonora

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