#RelatosDeLaFrontera | Aquí mando yo...

culturarelatosexpreso09142017wPor Ismael Valencia Ortega*

Los problemas de convivencia en las comunidades colindantes a la línea fronteriza no se restringían a mexicanos y estadounidenses. En más de una ocasión también se daban entre autoridades civiles o militares responsables del orden, que no siempre estaban dispuestos a limitarse a sus ámbitos, entrando en conflicto.

Comunidades como Naco y Agua Prieta emergían a la vida comunitaria empezando de cero y la conducta de sus autoridades y funcionarios como comisarios y Policía rural eran más el reflejo de la misma sociedad indisciplinada que pretendían ordenar, y sin una formación encaminada a cumplir sus responsabilidades.

Con tan escasa población, poco había para hacer una buena selección de los individuos que ocuparían los puestos. Eran tiempos más de improvisación donde el conocimiento, habilidad y uso de las armas imperaban sobre los saberes de la administración pública y el derecho. No es de extrañar que las conductas de quienes estaban al frente del destino de las nuevos pueblos adolecieran de los mismos vicios de sus habitantes.

Una situación de esta índole se presentó en Naco el 13 de julio de 1900 entre el Comisario de Naco, Jacobo Mendoza y el sargento del cuerpo de Rurales acantonado en la población, Francisco Manríquez. La razón del conflicto al parecer, se debió a la detención de un estadounidense ebrio que escandalizaba en un baile organizado para recaudar fondos para los festejos de la independencia.

En el transcurso del festejo el comisario regañó al militar por negarse a recibir al detenido: “Según el comisario, el sargento se insubordinó y no quiso aceptar o recibir al preso. El desconocimiento de Manrique sobre el comisario no tiene mayor justificación y señala que el militar hizo ver que en esa plaza, como militar, era él el que mandaba”.

De acuerdo al informe del comisario Mendoza, el conflicto con el sargento se agudizaba porque el último no le reconocía su doble carácter de comisario y además comandante o superior de la tropa de rurales en Naco. Como se ve esto implicaba una duplicidad de funciones como autoridad civil y militar, cosa que al parecer Manríquez no estaba dispuesto a respetar, y que llevó a que la tropa bajo su mando ignorara al comisario.

El historial de ambos era de fricciones permanentes por la actitud altiva de Manríquez, que se agravaban por la mutua proclividad a la embriaguez, estado en el que, según el Prefecto Tena, ambos se encontraban el día del sarao.

El conflicto continuó por varios días, saliendo a la luz problemas en el manejo de fondos por parte de Manríquez, a quien por su insubordinación se le llamó a encuadrarse en las tropas ubicadas en Torim, en el temido territorio Yaqui, a donde nadie deseaba ser enviado, la cual era tomada como zona de castigo para los espíritus indisciplinados.

En tanto, el Prefecto M. Tena, aconsejaba nombrar a Joaquín Sobarzo como nuevo comisario por su capacidad para asuntos administrativos. El problema era su juventud y falta de experiencia para resolver asuntos difíciles propios de la frontera, porque Sobarzo era gente de escritorio y no de armas. Además de un salario de 200 pesos que no alcanzaban a cubrir las necesidades de la carestía en la frontera.

Lo cierto es que los desórdenes de nacionales, extranjeros y la tropa de rurales, no cesó, al igual que las balaceras bajo el influjo del alcohol. La única salida fue dar de baja a toda la tropa y enviarla a otros sitios y cerrar todos los garitos de los cuales era famoso el puerto fronterizo.

Por Ismael Valencia Ortega* Doctor en Historia por la Universidad de Sonora

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