Dura y punzante lección

Una nueva y dolorosa lección dio la madre naturaleza a los habitantes de la ciudad de México, pero muy especialmente a sus autoridades.

Paradójicamente el sismo del pasado martes 19 se registró a escasas horas de las ceremonias para recordar la peor tragedia ocurrida en la historia de la capital mexicana hace 32 años.

Fue en 1985 cuando una serie de terremotos ocasionaron la caída de cientos de edificios y con ello la muerte de por lo menos diez mil mexicanos.

Gracias al sentimiento solidario y ejemplar de sus habitantes, la ciudad de México pudo salir adelante luego de varios años de esfuerzos y de una titánica labor de reconstrucción. Pero el mensaje fue claro y no fue atendido cabalmente.

En los años recientes la capital mexicana siguió creciendo de forma descomunal por no decir que irracional. Hay nuevos rascacielos, edificios de viviendas, oficinas y condominios por doquier. El transporte colectivo mantiene su expansión a pesar de lo costoso e inoperante que representa llevar servicios al Valle de México, uno de los puntos más elevados de la República Mexicana.

Se ha intentado descentralizar la capital en varias ocasiones, pero los intereses políticos y económicos son más poderosos que la seguridad de millones de mexicanos.

Comentaba un analista que si el epicentro del temblor del 7 de septiembre, cuya intensidad fue de 8.2 grados en escala Richter, se hubiera registrado a 250 kilómetros del centro de México y no a 700 como sucedió, hoy estaríamos sufriendo una mega devastación de la urbe azteca.

Los gobiernos y los congresos, pues, se han empeñado en privilegiar a la nueva Tenochtitlán, en lugar de promover un desarrollo armónico y equilibrado a lo largo de la geografía nacional.

Se construirá un costosísimo aeropuerto cercano a la capital lo que ocasionará más congestionamiento vial y aéreo además de contaminación y concentración de empleos.

¿Por qué no consolidar cuatro bases aéreas en la República y ofrecer una red de conexiones más diversa e independiente? Las regiones son evidentes: al norte Monterrey o Torreón, al noroeste Tijuana o Hermosillo, al centro León o Guadalajara y al sur Mérida o Cancún.

Lamentablemente los mexicanos y los turistas extranjeros seguiremos sufriendo las frecuentes demoras y cancelaciones de vuelos en cualquier punto de la República simplemente porque ese día hubo neblina, tormenta o un temblor en la ciudad de México que paralizó su aeropuerto.

La cantaleta de que la capital del país está bien preparada para los sismos y es capaz de resistir los siniestros, es otra gran mentira de nuestros gobiernos.

Quedó muy claro el pasado martes que las autoridades no están capacitadas para asistir estas emergencias, otra vez fueron los ciudadanos quienes con harta valentía y solidaridad tomaron el control del rescate de las víctimas.

Mientras el presidente Peña Nieto aterrizaba en su lujoso Boeing 787 en Ixtepec, Oaxaca, para de inmediato regresar a la mega urbe, miles de capitalinos ya estaban atendiendo a las víctimas del terremoto.

Es cierto el gobierno respondió con mayor celeridad que en el sismo de 1985, pero los recursos y la capacidad mostrada por las autoridades civiles son por demás insuficientes.

A sabiendas de crisis habituales de la ciudad sea por sismos, inundaciones, apagones o incendios, ¿cómo es posible que no se cuente con brigadas de auxilio bien equipadas y entrenadas para llevar de inmediato agua, víveres, medicinas y cobijas, además de linternas y herramientas para rescatar a las miles de personas atrapadas debajo de los escombros?

De nuevo fue la Marina y el Ejército, quienes ya entrada la tarde tomaron el control de las labores de rescate, pero se perdieron horas preciosas para salvar vidas de niños y adultos.

Es maravilloso ver a miles de voluntarios volcados a tareas de salvamento, pero sin instrucción y equipo necesario, difícilmente consiguen lo que una cuadrilla de técnicos con palas, picos, montacargas, cascos, reflectores, radios y todo lo necesario para detectar y atender víctimas.

Los pormenores de los edificios colapsados es otra historia a investigar. Ya surgieron versiones de que varios de ellos estaban dañados desde 1985 o por sismos posteriores, pero autoridades y particulares no hicieron su tarea. Habrá que revisar cuantos edificios que no se cayeron el pasado martes, estarán listos para desplomarse en futuros temblores.

Construir escuelas de más de dos pisos, así como edificios altos de apartamentos y condominios es otro craso error. Las experiencias de las torres de Tlatelolco y ahora del Colegio Rébsamen en donde han muerto 32 niños y cinco adultos, son funestas.

Amarga muy amarga enseñanza ofrece una vez más la madre naturaleza. Dios quiera y en esta ocasión se tomen las acciones oportunas, urgentes y por demás necesarias.

Todos a colaborar
Son varios millones de mexicanos de Chiapas, Oaxaca, Morelos, Puebla y la ciudad de México que sufren los estragos por los terremotos. Urge cooperar en dinero o en especie, existen innumerables instituciones que reciben ayuda, hay que ser muy generosos y desprendidos con nuestros hermanos en desgracia.

José Santiago Healy
jhealy1957@gmail.com

TAGS: