Barbarie en Las Vegas

Cuando apenas terminaba el mes de septiembre con un cúmulo de desastres naturales y muertes, inicia octubre con una nueva tragedia humana que bien pudo evitarse si la razón y la sensatez prevalecieran entre los gobernantes.

Por fortuna el espantoso asesinato de 59 personas no ocurrió en México, sino en Las Vegas, Nevada, el conocido centro de apuestas y del vicio, cuya matanza del pasado domingo por la noche se convierte en la peor registrada a tiros en la historia de los Estados Unidos.

Es evidente que la seguridad falló terriblemente en esta barbarie que marcará por décadas a la “capital del pecado” y que podría provocar una caída drástica en la afluencia de turistas que en los últimos años ha crecido de manera impresionante.

El tiroteo que desató Stephen Paddock, nativo de Nevada con 64 años de edad, pudo ser impedido por los agentes de seguridad del hotel Mandalay Bay, lugar donde se hospedó el francotirador desde el pasado jueves.

Desde la ventana de su habitación en el piso 32, Paddock descargó durante cinco eternos minutos las armas de alto poder que pudo subir a sus aposentos. La policía encontró diez fusiles y municiones al por mayor.

¿Cómo logró el homicida esconder tal arsenal en su cuarto cuando en los hoteles de Las Vegas la vigilancia de los huéspedes es casi permanente desde el registro hasta la salida del inmueble?

Al tomar los elevadores para llegar a las habitaciones hay que atravesar al menos dos filtros de seguridad sin olvidar las cámaras que vigilan prácticamente todos los rincones del hotel.

Surgió la versión de que el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés), se adjudicó el ataque masivo bajo el argumento de que Stephen Paddock se había afiliado a esta organización en meses pasados, pero hasta el momento no existe confirmación ni evidencia real de tal hecho.

El presidente Donald Trump condenó a las pocas horas la matanza que calificó como un “acto de pura maldad”.

El mandatario ordenó izar a media asta las banderas en edificios federales y anunció que mañana miércoles visitará Las Vegas para solidarizarse con los familiares de las víctimas.

Ya veremos cómo reciben a Trump, tanto los heridos del tiroteo como las familias afectadas, toda vez que el inquilino de la Casa Blanca defiende a ultranza la posesión y venta de armamento bajo el argumento de la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos que protege el derecho del pueblo a poseer y portar arma.

Sin embargo, el meollo del asunto no es tanto este derecho sino la ligereza con la que se maneja el comercio de pistolas, rifles y fusiles que utilizan las corporaciones policiacas y el ejército.

En Norteamérica no existen grandes requisitos para que una persona mayor de 21 años y con identificación oficial, adquiera armas de cualesquier tipo.

Para agravar el problema, las empresas que se dedican al comercio de estos productos son extremadamente laxas a la hora de revisar antecedentes penales y psicológicos de sus clientes.

Ya sucedió en varias de las matanzas masivas y seguramente pronto sabremos que Paddock no batalló gran cosa para adquirir sus fusiles con sus municiones.

Es terriblemente impresionante, pues, que un perturbado mental pueda adquirir un poderoso arsenal y disparar a su antojo desde el piso 32 del famoso hotel Mandalay Bay, precisamente hacia una explanada muy cercana al hotel Luxor, otro popular inmueble de Las Vegas.

En los próximos días se desatará una vez más una vasta polémica sobre la necesidad de regular la venta de armas que se topará contra los grandes intereses de la industria que produce, distribuye y comercializa millones de equipos año tras año en Estados Unidos.

Para nuestro país esta coyuntura podría ser muy oportuna para retomar la discusión del contrabando de armas que favorece al crimen organizado de México desde hace décadas.

Mientras tanto hay que orar por las víctimas y sus familiares y de paso por congresistas y autoridades del vecino país para que se decidan a poner un alto al libre comercio de armas.

Noticias, noticias…
Como suele suceder en nuestro querido México tenemos la mala costumbre de querer tapar el pozo después de ahogado el niño… Hoy autoridades del centro del país persiguen furibundos a los dueños de los inmuebles que se cayeron en el reciente temblor, entre ellos el colegio Enrique Rébsamen… La pregunta es: ¿y los funcionarios que permitieron que tales edificios siguieran habitados a pesar de multas y dictámenes? ¿Ellos no son culpables o nada más los dueños que supuestamente los corrompieron?

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