Irán-Israel: un conflicto bajo la sombra de la guerra en Siria

El 9 de abril, apenas dos días después del ataque químico ocurrido en Siria, corrían noticias acerca de un bombardeo con misiles en ese país. El Pentágono rápidamente anunciaba que las fuerzas estadounidenses no participaban en ese bombardeo. Poco después supimos que, una vez más, Israel era el responsable. La diferencia es que, en esta ocasión, el objetivo del ataque no era la milicia de Hezbollah, aliada de Assad y de Irán. Israel tampoco buscaba golpear al ejército sirio. Esta vez las hostilidades estaban siendo dirigidas directamente contra Irán. Siete oficiales iraníes murieron en el ataque. Teherán promete represalias. Este conflicto que se ha venido cocinando desde hace años bajo la sombra de la guerra siria, ha cruzado su propia línea roja. Explico cinco componentes de esa ecuación.

Primero, Irán es el mayor aliado regional de Assad, a quien apoya desde el inicio de la guerra con armamento, financiamiento, personal militar y a través de milicias chiítas armadas y entrenadas por Teherán. Gracias a ello, junto con el apoyo de Moscú, el presidente Assad hoy está ganando la guerra. Esto, naturalmente, coloca a Irán en una situación de ventaja. De manera cada vez más importante, Teherán está buscando cobrar los réditos para afianzar su posición incrementando su presencia militar en ese territorio.

Segundo, en lo que hace a las superpotencias, el resultado neto de la guerra siria es, por un lado, una notable ausencia estadounidense, y por el otro, la posición de influencia aumentada adquirida por Rusia. Esto acarrea una consecuencia inmediata: Rusia es la potencia con la cual hay que negociar.

Tercer componente, Israel y sus objetivos de seguridad. La guerra siria abrió el país toda clase de actores, y permitió la entrada a ese territorio de dos enemigos de Israel: Hezbollah e Irán, a quienes Israel siente cada vez más cerca. Así, desde hace años, el ejército israelí ha intentado mantener a raya a esos dos enemigos mediante decenas de bombardeos en territorio sirio, la gran mayoría contra Hezbollah, aunque también ha atacado posiciones del ejército sirio, y ahora directamente a Irán.

Cuarto, los mensajes. Con sus ataques, Israel pretende mostrar su disposición a escalar el conflicto lo que haga falta con tal de que se entienda que no va a permitir que Irán y sus aliados adquieran nuevas ventajas que les favorecerían en un potencial enfrentamiento con Israel. De su lado, Irán busca comunicar que no está dispuesta a dejar ir los beneficios adquiridos tras años de guerra en Siria, y que no se va a permitir disuadir por los bombardeos israelíes. Esta situación produce dos vectores enfrentados, los cuales se empujan cada vez con mayor fuerza.

Quinto, la diplomacia de Putin. Sus objetivos estratégicos en la región le han empujado a defender a Assad. De igual modo, las circunstancias han colocado a Moscú y a Teherán en un mismo bando, pero se trata de alianzas por conveniencia. En este esquema, Israel mantiene relaciones normalmente cordiales y de coordinación con el Kremlin. Hasta ahora, Putin ha buscado balancear la situación en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, los últimos incidentes parecen reflejar que sus capacidades tienen límites. Nada en cuanto a los dos vectores enfrentados ha cambiado. Mientras Irán siga buscando afianzar su posición de largo plazo en Siria y, al mismo tiempo, Israel siga pretendiendo evitarlo, en esa medida, se corre el riesgo de que este conflicto salga de las sombras y pase a ocupar los principales reflectores globales con todas las consecuencias políticas y humanas que ello conlleva.

Mauricio Meschoulam
(Analista internacional)
Twitter: @maurimm

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