La importancia del voto diferenciado

Todos los candidatos dicen que van a salvar a México. En el discurso de uno de ellos, aparece constantemente la frase: "La patria es primero" y de allí resulta según él y como si fuera lo más lógico, que quien esté contra el que ha pronunciado esa sentencia, es traidor porque no considera que la patria es primero.

Este argumento circular se ha convertido, en la mente de varios ilustrados, en una manera de defender lo siguiente: que aunque no necesariamente están de acuerdo con todos los planteamientos de algún grupo político o con los socios y asociados de alguna de las coaliciones, de todos modos consideran que hay que votar por ella en aras de algo que llaman "el interés superior de la nación". Como me dijo una persona a quien entrevisté: "El interés superior de la patria merece dejar de lado lo que no nos gusta".

Se me enchina la piel al escuchar estas frases. Porque se parecen demasiado a lo que ya se vivió en el mundo después de las revoluciones rusa, china y cubana (y hoy con el chavismo en Venezuela), y es que, a pesar de que muchos se percataban del hambre, de la represión a ciertos grupos y de la miseria y el miedo en que vivían las mayorías, de todos modos insistían en que esa opción representaba el progreso y el futuro y había que apoyar a sus gobernantes.

Fueron los tiempos en que se decidió que eran traidores a la patria quienes no estaban dispuestos a sacrificar aquello por lo que habían luchado toda su vida, con tal de conseguir el triunfo de una opción que se supone es magnífica y que se supone va a hacer que el futuro sea maravilloso.

Escribió Alexander Herzen: "Las ideologías transforman a los hombres en víctimas o en esclavos para el bien de generaciones futuras. Sin embargo, solo el sacrificio es seguro; la dicha futura no lo es". Y siguiendo ese pensamiento, Isaiah Berlin completó: "Los que así piensan han inventado una nueva forma de sacrificio humano en el altar de las abstracciones –en nombre de la Iglesia, de la Nación, del Progreso, de la Patria— y estas abstracciones son muy peligrosas".

En este punto estamos ahora en México: nos movemos entre dos extremos que piensan que para ellos "la patria es primero".

Pero nosotros ¿podemos aceptar su manera de entender esa frase? ¿Podemos aceptar en un caso que la derecha evangélica y los defensores de las ideas más retrógradas, corporativistas y religiosas puedan posicionarse gracias a nuestro voto, luego de haber pasado una vida luchando por causas que ellos desprecian y harán lo posible por eliminar? o ¿podemos aceptar que la corrupción brutal siga tan campante como hasta ahora todo con tal de no apoyar una propuesta de cambio radical?

Como ciudadana, confieso que me es muy difícil decir sí a cualquiera de las dos opciones, ni siquiera por un supuesto interés general que se nos dice está destinado a salvar a las generaciones futuras y a poner a la patria en primer lugar, si es que eso quiere decir algo, porque la patria no es una abstracción sino que somos sus muy concretos ciudadanos.

Y es que, como nos recuerdan Herzen y Berlín y como nos percatamos si revisamos la historia, esas promesas no solamente no se cumplen sino que se vuelven en contra de los seres humanos que las creyeron y que sacrificaron su presente y muchas veces su vida. Pero, lo terrible es que, como dice Berlín, los sistemas no son jamás destruidos por mejores argumentos sino por la historia misma, aunque a veces ya sea demasiado tarde.

Estoy convencida de que la única salida para este atolladero es votar diferente para presidente y para Congreso. Así pondríamos un contrapeso que nos daría oportunidad al mismo tiempo de sacarnos de la situación en la que estamos, pero de no caer en otra en la que no queremos estar. El voto diferenciado resulta hoy la única forma de superar lo que no nos gusta o convence de las posiciones que nos ofrecen los grupos políticos.

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EL ARTÍCULO

Sara Sefchovich