La cárcel es de quien la trabaja

Explosivo sin duda el reventón que anoche dio a conocer MILENIO televisión: un concierto de tres conjuntos musicales, el más famoso Los Buchones de Culiacán… dentro de la prisión estatal de Puente Grande, Jalisco, para reclusos y familiares, incluidos niños.

Se sabe lo común que es el autogobierno en casi todas las cárceles del país (con excepción de las federales) y se conocen los lujos inimaginables para sentenciados o bajo proceso por supuestos y reales crímenes abominables, y abundan las imágenes de jacuzzis y bares dentro de las celdas; de tráfico de alcohol y todo tipo de drogas; de servicios de prostitución; de armas largas y cortas; de teléfonos celulares y, en días recientes, hasta de gallos de pelea y palenques con apuestas.

Los tratos vejatorios contra cualquier recluso son inadmisibles, pero todos los penales del mundo que pueda llamarse así deben tener una normatividad interna, bajo control de la autoridad constitucional, que impida el desenfreno que priva en el sistema penitenciario mexicano.

De no corregirse, es eufemístico llamarles Centros de Rehabilitación e Inserción Social.

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Carlos Marín

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