La canija y poco probable justicia

Todas las tareas humanas tienen márgenes de riesgo y lo ideal es que todas, también, se desarrollen con márgenes lógicos de seguridad.

Las condiciones de los periodistas en virtuales zonas de guerra son tan impredecibles que el trabajo de algunos resulta heroico.

Oficio de libres, libertario, libérrimo y hasta libertino, el periodismo es una de las más preciadas manifestaciones de la libertad de expresión, consustancial de las sociedades democráticas.

De los periodistas asesinados en México, lo menos que se puede exigir es justicia o que, como ayer prometieron en Los Pinos, se instituya para ello una política de Estado.

Garantizar su seguridad, en cambio, se antoja imposible, dada la naturaleza oscura, sanguinaria, clandestina de los homicidas, y la profusión de oficiantes (uno solo con página electrónica lo es y, por citar un ejemplo, solo en Veracruz hay como ocho mil periodistas).

Por desgracia, más del 97 por ciento de los delitos en el país queda impune, y la estadística incluye crímenes contra informadores.

ERROR. Ayer aquí, donde apareció venial debió decir: venal.

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Carlos Marín

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