Un ángulo risible de la controversia

La discusión en torno al nuevo aeropuerto de Ciudad de México sirve para conocer mejor los vigorosos pros y los débiles contras de su construcción y para celebrar que el malogrado proyecto que impulsó Vicente Fox en terrenos ejidales de Atenco no haya prosperado, ya que el de la inútil controversia de hoy quedará en un campo de cinco mil hectáreas federales en Texoco, superficie más de siete veces superior a las 700 del actual.

Que se hiciera allí fue apoyado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts desde el último año del zedillato y a partir de entonces el sitio ha sido avalado por los más confiables organismos aeronáuticos del mundo.

Entre los argumentos más chistosos para que se haga en otro lado (López Obrador lo quiere en la base militar de Santa Lucía, ¡en Zumpango!) es que "se va a hundir". Y en efecto, se irá hundiendo (como todo en el Valle de México), lo que está previsto por la ingeniería hidráulica y civil de punta para que no se fracturen las cinco pistas que quintuplicarán (o más) la operación del saturado (mil 100 aterrizajes y despegues diarios) aeropuerto Benito Juárez.

 

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