La verdad fluye como el agua

El Instituto Forense de Jalisco no ha podido corroborar el ADN de los jóvenes cineastas que quisieron filmar un corto de terror en la finca de un malandro (acechado por una banda rival), que les prestó la suegra de éste, propietaria de centros de prostitución con fachada de casas de masaje y tía de una de las víctimas.

Por fortuna, el código genético de los muchachos no se diluyó en el ácido en que sus cuerpos fueron "hechos agua" (como dicen dos de sus asesinos confesos), sino que se conserva en los rastros de sangre que la Fiscalía del Estado recuperó en las escenas del crimen.

De uno de los estudiantes hay ya plena coincidencia entre los analistas de Jalisco y los de la División Científica de la Policía Federal, quienes cuentan, unos y otros, con las muestras (una y una) de los otros dos jóvenes, y los resultados y cruces se conocerán dentro de 10 a 15 días.

Es previsible que se siga negando la veracidad de esta verdad histórica pero, como en el caso Iguala, queda abierta la posibilidad de que otra instancia no gubernamental, como la Universidad de Innsbruck, corrobore o no el estudio.