Agenda 2018: aguas turbulentas

El panorama para este año que inicia viene cargado de nubes negras.

En lo económico, hemos arrancado con una “cuesta de enero” que se refleja en incrementos al precio de la tortilla y el gas LP, afectando severamente la economía de las familias mexicanas. Este gobierno está olvidando que la carestía es una variable con un fuerte filón político.

Por otra parte, se observa desorden en el mercado de gasolinas en el arranque de este 2018. La Magna ha subido 42.7% y la Premium 50.8% en lo que va de este sexenio y el precio seguirá flotando en un mercado liberalizado. Lo anterior ya ha servido de pretexto para realizar saqueos a establecimientos comerciales en varias entidades de la República. Un nuevo gasolinazo como el de inicios del año pasado, tendría un efecto devastador en la legitimidad política del gobierno y del Presidente, ya de suyo afectado por niveles de popularidad históricamente bajos.

Las perspectivas para el peso mexicano tampoco resultan alentadoras. Esta administración arrancó con un tipo de cambio de 13 pesos por dólar; hoy llega a casi 20 pesos y se prevé que pueda ocurrir una nueva oleada alcista si se complica la negociación del Tlcan. A pesar de algunas declaraciones optimistas, producto más bien de un fervor nacionalista, lo cierto es que las consecuencias de perder el trato comercial privilegiado con el país al que le vendemos el 80% de nuestras exportaciones (EU), tendría importantes costos económicos para México. En tanto, la decisión Donald Trump de promover una agresiva reforma fiscal que reducirá la tasa de impuestos a las empresas de 35 a 21%, puede afectar las inversiones en México.

La economía se mueve en medio de la incertidumbre. El gobierno prevé un aumento de 2.2% del PIB para este año, pero los menos optimistas hablan de 1.9%. La cancelación del Tlcan tendrá un impacto de entre 0.5 y 1.9 puntos porcentuales. El año pasado cerrará con una inflación de 6.6%, un récord para los últimos ocho años. El pronóstico oficial para este año es de entre 3.96 y 4.05%, pero vemos muy difícil lograr esta meta en función de las inercias que arrastramos.

Hay otros temas candentes para este año: la ola de violencia criminal seguramente continuará en aumento. Como señaló en su momento María Elena Morera, dirigente de Causa en Común, ante un visiblemente irritado Presidente Peña Nieto, “la masacre alcanza proporciones bélicas; la violencia ya no es temporal ni regional; es endémica y de alcance nacional, y no se ha logrado contenerla y mucho menos revertirla”.

Esperamos, al menos, que este gobierno sea capaz de resolver algunas cuestiones pendientes, como son la conformación de la Fiscalía General de la República, promover un modelo funcional de coordinación que permita alinear a los casi 330 mil policías que operan en los tres órdenes de gobierno, y emprender una revisión integral de la estrategia de combate al crimen organizado que hoy es un sonado fracaso. De otra forma, la masacre
seguirá. 120 mil muertos de 2013 para acá, constituyen una razón más que poderosa para actuar con urgencia.

Seguiremos enfrentando un amplio potencial para la comisión de actos de corrupción. Ello, debido a que aún no se concretan todos los componentes del Sistema Nacional Anticorrupción, lo que da paso a todo tipo de ocurrencias como la de López Obrador de que basta con que él ocupe la Presidencia del país para que el manto de la renovación moral cobije a todos. Como señala Héctor Aguilar Camín, con AMLO “hemos dejado los linderos de la política y entramos en los del delirio o la fe. La agenda se vuelve evangelio”. El combate a la corrupción será una clave política de la contienda por la Presidencia este año. Quien convenza al electorado de que tiene la fórmula para detener el robo de dinero público, logrará una ventaja comparativa formidable en la disputa por el voto ciudadano.

Por último, preocupa el clima político que habrá de detonar la disputa por el poder. Es demasiado lo que está en juego. Las campañas negras irán subiendo de tono. El riesgo es que se pueda llegar a la degradación del discurso político, a generar un escenario de confrontación de tal magnitud que haga prácticamente imposible la gobernabilidad para quien gane la Presidencia.

Todos queremos que haya debate entre los candidatos, que se contrasten las ideas, incluso, que se señalen los aspectos negativos de la biografía de uno u otro personaje, pero no queremos que se cree una situación de encono que haga imposible la construcción de acuerdos democráticos indispensables para darle capacidad directiva a nuestra democracia. La alternancia es connatural a nuestro sistema político y la pluralidad debe traducirse en gobernabilidad, esa debe ser una convicción compartida de todos los actores políticos.

Este es el 2018 que nos espera, querido lector, pleno de retos e incertidumbres.

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EL PODER DE LAS IDEAS

Marco A. Paz Pellat

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