2018: las cartas de Peña Nieto

Si en este momento el presidente Enrique Peña Nieto decidiera su sucesor, la carta más fuerte a la mano, a decir de lo que se piensa en Los Pinos y en algunas de las oficinas de mayor poder, sería el secretario de Salud, José Narro. De su baraja inicial, quedó en el camino Luis Videgaray, como secretario de Hacienda, y a su sucesor, José Antonio Meade, la esperanza de la tecnocracia, el gasolinazo prácticamente sepultó sus aspiraciones.

Aurelio Nuño, el secretario de Educación, hace tiempo que tocó la retirada cuando sus alas, como las de Ícaro, se derritieron al acercarse al sol. En el caso del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ha quedado claro que su viejo amigo el presidente, lo desapoderó y ha permitido que Videgaray lo maltrate. El juego, sin embargo, está abierto, y las piezas serán movidas únicamente por Peña Nieto, quien no permite, comentan quienes han buscado hablar con él sobre este tema, establecer ningún tipo de diálogo que de señales del camino por donde marchan sus pensamientos.

La baraja presidencial, presentada aquí como hipótesis de trabajo a partir de las consideraciones en los pasillos de poder, responden al momento actual de los secretarios. La opción de Narro es acariciada cada vez más por un mayor número de priistas, inconformes con la manera como han gobernado los secretarios de Peña Nieto y comportado con el partido. Muy cerca de los afectos del presidente desde sus tiempos de rector, esta posibilidad responde más al desgaste de quienes perfilaba Peña Nieto desde el primer tercio del sexenio, que no han crecido como alternativas claramente ganadoras.

Narro no debe ser visto como “el Bernie Sanders mexicano”, como superficialmente lo llaman en la prensa. Que parezcan contemporáneos aunque no lo sean, Sanders (75 años) y Narro (68), es la menor diferencia. Sanders se convirtió en un formidable aspirante a la candidatura demócrata a la Presidencia por su discurso disruptivo contra el status quo, más cercano a Donald Trump que a su rival en las primarias, Hillary Clinton. Narro no tiene un discurso contra lo establecido, y aunque se pueden trazar analogías socialdemócratas con el líder de la izquierda social, Andrés Manuel López Obrador, el secretario de Salud no está en la lógica de que el régimen tiene que se colapsado para construir uno nuevo.

No está Narro, sin embargo, en el ánimo de los presidenciables de Peña Nieto. Su relación con Videgaray nunca fue fluida cuando era secretario de Hacienda, y la que tiene con Meade se enfrió antes de dejar la Rectoría de la UNAM, molesto por las posturas críticas de los especialistas en Ciudad Universitaria sobre la política social, cuya cartera encabezó. Otro secretario en la órbita tecnócrata, Nuño, tuvo fricciones con Narro en la UNAM al reclamarle declaraciones sobre política económica que no gustaban en Los Pinos, y su buena relación con Osorio Chong se volvió a veces difícil y distante una vez que comenzó a mencionarse como aspirante a la candidatura presidencial.

Osorio Chong y Narro, empero, se encuentran en el lado político del gabinete, que recién sufrió un revés cuando pese a su oposición por perjudicar la gobernabilidad, el gabinete económico convenció al presidente que tenían que proseguir con la liberalización de los precios de los combustibles. No fue la única derrota sufrida por el secretario de Gobernación, quien desde que regresó Videgaray al gabinete como secretario de Relaciones Exteriores, ha sido opacado. La forma como el canciller ha asumido el control de los dos temas que más preocupan a Peña Nieto, el proceso electoral en el estado de México, a través de una estructura impuesta que le responde a él, y de la relación con el gobierno de Donald Trump, ha sido por encima del secretario de Gobernación, que por diseño tendría que haber sido en quien cayera la responsabilidad sobre el proceso electoral y por competencia, quien encabezara la negociación en materia de seguridad con Washington.

Ni una ni otra para Osorio Chong. En el estado de México el principal responsable es Nuño, y los cuadros que acompañan al candidato Alfredo del Mazo en el PRI y diseñan las estrategias de comunicación e imagen responden a Videgaray. Osorio Chong participa en el cuarto de guerra mexiquense, pero las decisiones finales no las toma él. Lo mismo se puede decir del tema de la seguridad con Estados Unidos, donde participa de las conversaciones bilaterales con el secretario de Seguridad Interna, John Kelly, pero las decisiones finales no las están tomando a ese nivel, sino en la Casa Blanca, donde Videgaray es el único que entra a negociar con quien supervisa la estrategia global, el director del Consejo Nacional de Seguridad, el general H.R. McMaster.

Osorio Chong, pese a todo, continúa siendo el secretario de mayor conocimiento en las encuestas hacia el 2018. Meade ya asumió el compromiso del sacrificio para 2018, para manejar la política económica en un 2017 muy adverso. Nuño redujo su perfil en los medios, lo que le quitó presión pública, sin que le ayudara para consolidar la reforma educativa, cuya politización y judicialización lo anuló como interlocutor. Narro camina sin tantos obstáculos como sus colegas de gabinete, pero el no tomarse en serio la candidatura le quita fuerza en los cabildeos para ganarla en otoño. Osorio Chong está herido casi mortalmente y a diferencia de Videgaray, el presidente no le ha dado una nueva oportunidad. Pero de ellos dos, se hablará más adelante.

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