La renuncia inútil

Tras la renuncia de Margarita Zavala al PAN, desde distintas trincheras aparecieron las voces contra Ricardo Anaya, presidente del partido. El líder del PRI, Enrique Ochoa, dijo que se le estaba desmoronando el partido entre las manos. “Es el inicio del escalamiento de la gran crisis de ese partido”, aseguró el senador Miguel Barbosa, uno de los pivotes de Andrés Manuel López Obrador. Se irán los votos del PAN con ella, y Anaya se quedará con la estructura, sentenció el presidente del Senado, Ernesto Cordero, calderonista distanciado de Margarita Zavala, jefe del grupo antianayista en el legislativo. Las reacciones son variopinto, pero fallan en el pronóstico de que será la ruptura del PAN. No hay nada en la actualidad que permita suponer que la renuncia quiebre a la derecha e impedirá que el PAN, solo o en a

La renuncia de Zavala ha tenido un impacto mediático desproporcionado por cuanto a su peso dentro del PAN, pero entendible porque durante más de un año ha encabezado a los panistas en las encuestas de preferencia electoral, aunque en realidad lo que registran por ahora es conocimiento de nombre, no preferencia de voto. La presencia de Zavala en la opinión pública, se puede argumentar, está ligada al distinguido papel que hizo como Primera Dama en el gobierno de Felipe Calderón, al mismo tiempo de estar en la conversación por los negativos de su esposo el expresidente por su guerra contra las drogas, y a su condición de mujer, que de manera natural genera un atractivo fresco en la escena electoral. 

Pero cuando se le lleva al terreno de las realidades, la señora Zavala está en déficit. Aunque ha sido operadora política del PAN durante dos décadas, nunca ha tenido un cargo popular por el cual haya tenido que ganarse el voto en las calles. No es la persona dulce y de formas suaves como se le ve en público, sino dura, intolerante en ocasiones, con lo cual no genera lealtades de largo aliento. Equivocadamente se le identifica en tándem con su esposo, porque a muchos se les olvida que son dos entes políticos autónomos que, incluso, han luchado en bandos contrarios, como cuando Calderón impulsó desde Los Pinos a su secretario particular, Roberto Gil, para la presidencia del PAN, mientras Zavala respaldó a Gustavo Madero. Tampoco tiene un apoyo dentro del partido que permita suponer que la escisión viene en camino.

De acuerdo con los conteos extraoficiales sobre el peso de las figuras del PAN dentro del partido, el Consejo Político Nacional lo tiene controlado Anaya, luego de que la XXIII Asamblea Nacional Ordinaria en enero pasado eligió a sus 300 consejeros nacionales de los cuales, cuando menos 210 responden a los intereses del presidente del partido. Un total de 270 de ellos fueron propuestos en las 31 asambleas municipales -el resto por la Comisión Permanente-, de los que 150 al menos están vinculados con Anaya, cuyo respaldo es tres a uno frente a los consejeros que están ligados a Zavala o a Rafael Moreno Valle, ex gobernador de Puebla, que también aspira a la candidatura presidencial. 

Cuando se hace una mayor desagregación, el respaldo a nivel nacional no lo tiene Zavala, sino que las lealtades, aunque repartidas entre tres, favorecen a Anaya. En 14 entidades, que incluyen a Jalisco y Veracruz, dos de los estados con mayor pesos electoral en el país, se reparten consejeros Anaya y Zavala, aunque en el primero, el poder de la oposición lo tiene Movimiento Ciudadano, que respalda al líder panista. Al menos ocho entidades, entre las que se encuentran la Ciudad de México, Guanajuato y Nuevo León, que están dentro de las seis entidades con mayor número de electores, responden a Anaya, mientras que tres, incluida Puebla, que también se encuentra en ese grupo de semillero de votantes, están con Moreno Valle. En el resto de las entidades, el panismo es prácticamente irrelevante.

Este es el fondo de la renuncia de Zavala, la imposibilidad de poder ganar, sin la decisión de Anaya de abrir el proceso y entregar el control político de poco más de seis de cada 10 puestos en el Consejo. El poder no se comparte, y es lo que hizo Anaya, provocando la salida de Zavala. Sin embargo, pensar que vendrá la diáspora, es un error.. Varios de los más fuertes críticos de Anaya, como los senadores Gil y Javier Lozano, que está jugando el 2018 con Moreno Valle, dijeron que no se van. Cordero tampoco, e inclusive la senadora Mariana Gómez del Campo, prima de Zavala, aún no toma la decisión. 

No se prevé ninguna desbandada, ni una crisis tan profunda en el PAN como la que provocó la Corriente Crítica del PRI en 1987, cuando un grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez -en ese bloque se ubicaba discreto Andrés Manuel López Obrador-, rompió con el PRI por no abrir, precisamente, el proceso de selección del candidato presidencial. De ese grupo surgió la candidatura de Cárdenas en 1988, que aunque perdió ante Carlos Salinas colocó los primeros ladrillos para una izquierda competitiva en el país. 

Miles de priistas se fueron del partido a una opción diferente a lo planteado por el régimen. No se ve cómo Margarita Zavala encabezaría un movimiento de tales alcances que, además, no anticipa una ruptura con el régimen. Hoy su renuncia parece inútil, salvo para mantener su dignidad. Dependerá de ella darle un sentido de largo aliento.

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