Ecuménica y misericordiosa
Ecuménica y misericordiosa, así será la visita del Papa Francisco a Chipre y Grecia del 2 al 6 de diciembre, no exenta de ciertas tensiones políticas. Francisco tendrá que hilar muy fino, mientras realiza un exigente llamado a la comunidad internacional para no dar la espalda al drama de los refugiados, tanto en Chipre como en Grecia.
Tendrá que hilar fino en Chipre, donde las autoridades políticas de ese país esperan del Papa una condena a la injusta ocupación turca del norte de la isla, de población mayoritariamente musulmana. Actualmente la isla de hecho se encuentra dividida en dos, una parte cristiana –dos terceras partes de la isla- y otra musulmana bajo el dominio turco. En la parte turca han entrado una cantidad ingente de refugiados procedentes de Siria y otros lugares de medio oriente.
Además, tanto en Chipre como en Grecia, habrá importantes encuentros con las autoridades religiosas ortodoxas, con un fuerte carácter ecuménico. En ambos países la religión mayoritaria es la ortodoxa y, sobre todo en el caso de Grecia, la misma ha sido muy renuente al diálogo con el catolicismo. Dicho mal y pronto, al Papa le toca “picar piedra” en este importante rubro, con la esperanza de que ambas comunidades, principalmente la griega, se abran al diálogo ecuménico. En Chipre sí habrá un encuentro de oración ecuménica por los migrantes, en Grecia no habrá eventos de este género, sino solo diálogos con las autoridades religiosas del país.
Pero, seguramente, el “plato fuerte del viaje” estará constituido con los diversos encuentros con refugiados que el Papa sostendrá, particularmente el de Lesbos. Como es sabido, es uno de los temas que mayor preocupación le generan a Francisco, y despertar la conciencia internacional al respecto es una de las tareas que se ha propuesto de modo programático en su pontificado. Su preocupación e interés son tales, que incluso ha añadido una letanía del rosario “consuelo de los migrantes”, para que todos los católicos los tengamos presentes en nuestra oración y no seamos indiferentes a su suerte y a su destino.
Así planteado el viaje de Francisco tiene un escollo político –la ocupación turca de Chipre- y dos temas fundamentales: el ecumenismo y la migración. Francisco plantea su viaje como una peregrinación, pues sigue la huella de los viajes apostólicos de Pablo y Bernabé, evangelizadores de Chipre, y Pablo de Atenas y Grecia. Es como un volver a las fuentes del evangelio y, por lo tanto, tendrá una fuerte componente espiritual.
Como en tantas otras ocasiones, el Papa va por delante, y se lo agradecemos. Nuestra espiritualidad, por decirlo de algún modo, no debería ser simplemente intimista, o avocarse exclusivamente a nuestros problemas personales. Las alas del espíritu católico son universales –católico significa universal en griego- y por ello, pueden y deben acoger las grandes intenciones de la Iglesia: la unidad con los cristianos separados de la comunión con el Papa o ecumenismo; y el sufrimiento y la consecuente acogida de nuestros hermanos migrantes. “No hay otro camino” ha dicho el Papa al respecto.
Por ello, seguir de cerca el viaje de Francisco debería ensancharnos el alma y el corazón, para hacer nuestras las inquietudes papales y acompañarlas con la oración, una oración ecuménica, una oración católica, una oración misericordiosa. Al mismo tiempo, pueden llevarnos a examinarnos, de forma que revisemos si nosotros, con nuestra conducta, comentarios y actitudes, somos artífices de unidad o de separación, de misericordia o de indiferencia, para tomar decididamente la actitud del Papa, que es católica por excelencia.
No nos queda sino unirnos en oración pidiendo por los frutos del viaje de Francisco, con la esperanza de que el viaje traiga abundantes “sorpresas de Dios”, como las ha llamado en cierta ocasión. Al mismo tiempo, también es ocasión de pedir más intensamente por la unidad de los cristianos, especialmente con los ortodoxos y muy concretamente con los griegos, más rejegos al diálogo. Junto con la oración por el ecumenismo, la oración por los migrantes, para que nuestra vida de piedad no se construya de espadas a los grandes problemas sociales. Todo eso y más podemos sacar del viaje de Francisco a Chipre y Grecia.