Esperar el último día
1) Para saber
Un abuelo preguntaba a su pequeña nieta si rezaba sus oraciones todas las noches antes de dormir. Su nieta le respondió que sí. “¿Y por las mañanas también rezas?”, volvió a preguntar. Su nieta reconoció que no rezaba por las mañanas. “Y ¿por qué no?” le preguntó. Entonces la nietecita con mucha naturalidad le dijo: “Es que en las mañanas no me da miedo”.
Se puede pensar que no es necesario rezar si no se requiere algo. Pero en ese caso, estaríamos viendo la oración como una “varita mágica”, advirtió el Papa Francisco en su reciente Audiencia.
Hay que evitar convertir nuestra relación con Dios en algo “mágico”, pues la oración es, ante todo, un diálogo con el Señor, no un medio para obtener nuestros deseos. Oramos para hablar con Dios y en ese diálogo a veces entran nuestras peticiones.
Al rezar podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quienes servimos a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros. El peligro va más allá, pues cuando no recibimos lo que pedimos, podemos desanimarnos, debilitarnos en la fe o decidir dejar de rezar pensando que no nos sirve de nada. El Papa nos invita a aprender de la oración del “Padre nuestro”, en donde antes de pedir, queremos que se cumpla la voluntad de Dios.
2) Para pensar
Hay unas paradojas que nos muestran que a veces no recibimos lo que queremos, sino lo que realmente necesitábamos: “Pedí salud que puedo obtener, Dios me hizo débil para poder
obedecer.
Pedí riquezas para ser feliz, Dios me dio pobreza para ser prudente. Pedí fuerza para poder hacer cosas grandes, Dios me dio debilidad para hacer cosas mejores.
Pedí todas las cosas para disfrutar de la vida, Dios me dio vida eterna para disfrutar de todas las cosas. No recibí nada de lo que pedí, pero recibí mucho más de lo que deseaba”. En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios.
3) Para vivir
Ante la experiencia de rezar y no recibir lo pedido, parecería que Dios no nos ha escuchado. El apóstol Pablo nos recuerda que nosotros no sabemos lo que sea conveniente pedir (cfr. Rm 8,26).
Por ello, la primera actitud para rezar es hacerlo con humildad, confiando que Dios nos dará lo más conveniente: Él sabe mejor que nosotros lo que más nos conviene para nuestra salud espiritual.
¿Por qué a veces parece que Dios no escucha? Los Evangelios nos presentan que la respuesta de Jesús no siempre es inmediata. La misma oración de Jesús en el Getsemaní parece permanecer sin ser escuchada. Pero al tercer día está su resurrección. Por ello, dice el Papa, el mal es señor del penúltimo día, el momento donde es más oscura la noche y la tentación hace creer que el mal ha vencido.
Pero el mal nunca es señor del último día: Dios es el Señor del último día. Aunque no recibimos respuesta, experimentamos que después, con el tiempo, las cosas se arreglan, pero según el modo de Dios, no según lo que nosotros queríamos en ese momento. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo.
Aprendamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, esperar el último día, nos invita el Papa. Muchas veces, el penúltimo día es muy feo, porque los sufrimientos humanos son feos. Pero el Señor está y en el último día Él resuelve todo.