La crisis de la carne
Por Aldo Barrios Miranda*
El impacto de la industria de la carne en el ambiente es enormemente negativo. Desde 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros
organismos de salud e institutos de investigación han promovido la disminución en el consumo de carne por las crisis del agua, deforestación e impactos al suelo, contaminación, distribución
alimentaria injusta y efectos a la salud.
La agricultura animal (la que produce pasturas y alimentos para los animales de engorda) utiliza dos terceras partes del agua dulce consumida en el planeta. Es responsable de la emisión del 18 por ciento de los gases de efecto invernadero a nivel mundial. Selvas y bosques son arrasados para dar paso a pasturas para ganado. Medio kilo de carne requiere 6 810 litros para ser producido,
mientras que un galón de leche requiere 880 galones de agua.
Sonora es un buen ejemplo de la insustentabilidad de la ganadería, ya que para sostenerla se hace uso de una parte enorme del agua disponible, y esto definitivamente contribuye a la grave crisis
de escasez. La agricultura utiliza entre 7 y 8 litros de agua de cada 10 que se emplean en el estado, y mucha de esta producción se dirige a las pasturas.
Además de la dimensión ambiental, el impacto de los productos de origen animal en la salud humana es terriblemente nocivo, pues nuestro organismo no es apto para consumir la cantidad de
productos de origen animal que la industria nos oferta. Además, los animales sacrificados no tienen edad suficiente; para acelerar su crecimiento se les engorda con alimentos modificados y
hormonas, se atiborran de proteínas, vitaminas, antibióticos, vacunas, medicamentos, etcétera, sustancias que al final terminan en nuestros platos.
El consumo de carne roja aumenta el riesgo de contraer varias enfermedades fatales como los padecimientos cardiovasculares y cánceres (especialmente de colon). El consumo de carne
procesada, como los embutidos, aumenta considerablemente el riesgo de padecer cáncer de mama.
La OMS considera a la carne en exceso entre los alimentos cancerígenos más peligrosos, al mismo nivel que el tabaco. No le damos un par de cigarrillos de desayuno a nuestros hijos, pero sí
un par de tiras de tocino y una salchicha sin problemas ni remordimiento de conciencia.
Esto se debe a la información falsa esparcida por la industria, que indica que la carne es indispensable para nuestro desarrollo saludable y que oculta la realidad reescribiéndola desde la publicidad, amparándose en la legalidad impuesta por el poder de la industria y el mercado capitalistas.
Finalmente, no podemos dejar de lado el dilema moral que implica la explotación de los animales. La ciencia indica que son seres con más similitudes que diferencias con la especie humana.
Ciento cincuenta mil millones de animales son sacrificados cada año. La crueldad con que se dispone de sus vidas es palpable, basta con echar una mirada a los rastros o a los corrales ganaderos.
Los animales son seres que sienten; todo organismo poseedor de sistema nervioso es capaz de sentir dolor y otros tipos de sensaciones corporales análogas a las que sentimos los humanos. La ciencia ha demostrado que poseen consciencia de sí mismos y de su entorno.
Consideramos a unos “animales de compañía” con derechos reconocibles, y a otros “animales de producción”, sin derechos, como los cerdos, de los cuales se señala que son más inteligentes que los perros —el animal de compañía por antonomasia—, pues su inteligencia es comparable con la de un humano de 3 años.
¿Qué opciones tenemos? La carne animal es fácilmente sustituible en las dietas humanas por alimentos con alto contenido proteínico como soya, lenteja, frijol, habas, garbanzos, nueces, cacahuates, frutas secas, algunas verduras, etcétera. Otro mito impulsado por la industria es el de la leche de vaca, la cual, muy al contrario de lo que la publicidad indica, es responsable de
múltiples males en la salud. Los alimentos libres de producto animal son en general mucho más nobles con la salud humana y definitivamente menos perjudiciales ambiental y éticamente que los
de origen animal.
La decisión está en nuestras manos, el futuro del planeta y quienes en él habitamos está en riesgo debido a la degradación excesiva que acompaña a la industria de la carne en sus actuales
condiciones. Dejar de consumir productos de origen animal es un paso decisivo para mitigar la crisis provocada por su consumo masivo.
*Estudiante del posgrado en El Colegio de Sonora.