La ley es la ley
Seguramente fueron muchos los abogados que sintieron un profundo estupor cuando escucharon decir al Presidente de la República, dirigiéndose a los ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: "Y no se me salgan con que la ley es la ley…".
¿Qué quiere decir un político cuando le advierte a un tribunal (y no cualquier tribunal, sino el del máximo nivel jerárquico en el país), que los argumentos de mera legalidad no son válidos?, ¿lo está invitando a que no tome en cuenta la ley?, ¿le está sugiriendo a la Suprema Corte que haga a un lado el fundamento de su propia legitimidad para aplicar una especie de "justicia divina"?
Quizá haga falta volver a repetir lo obvio: en el Estado de derecho hay órganos que crean las normas, órganos que deben aplicarlas y otros órganos que se encargan de revisar que toda la normatividad se ajuste al referente final del sistema jurídico integrado por la Constitución y los tratados internacionales en materia de derechos humanos. Así funcionan las cosas.
Puede ser que ese entramado no les guste a ciertos políticos. Quizá resulta que, ya cuando se está en el ejercicio del poder, las restricciones que suponen cumplir con las normas, observar de manera puntual las leyes, tener que acatar lo que dispongan los tribunales, sea incómodo. Pero el deber de todos los demás es recordarle que, en efecto y aunque le disguste, la ley es la ley.
El problema de fondo es que cuando desde los poderes públicos se confabulan para desconocer las normas jurídicas, nos estamos acercando de manera peligrosa a un rompimiento abierto de la base misma del Estado constitucional de derecho.
Lo raro es que no entiendan que, incluso como estrategia política, lo mejor que pueden hacer es cumplir y hacer cumplir la ley. La razón es muy sencilla: hoy están en el poder pero mañana pueden no estarlo y entonces la legalidad los protegerá también a ellos, aunque la hayan despreciado de forma continuada. La legalidad es un terreno que protege a todos, sean del partido que sean y piensen de la manera que piensen.
Sabemos que el personaje en cuestión no es de aquellos que suele rectificar sus posturas. Será difícil que lo haga. Pero mientras sigue en esa senda equivocada, ayudemos a que no nos arrastre a los demás: reivindiquemos la legalidad como marco de nuestra convivencia en común y como aspiración permanente del país con el que soñamos.
Miguel Carbonell
Twitter: @MiguelCarbonell