La ley perfecta
Se cuenta que en un pueblo se remodeló su plaza. Mandaron pintar una de las bancas que estaba en mal estado. Pero para que nadie se sentara en ella, se dispuso que hubiera un guardia que evitara que se sentaran sobre la pintura fresca. Sucedió que al día siguiente hubo cambio de gobierno y reemplazaron también al guardia que sólo alcanzó a decirle al suplente que no dejara sentar a nadie. Fue así que pasaron semanas, meses y años, con un guardia en la plaza evitando que se sentara la gente. Ya nadie sabía la razón, pero seguían prohibiéndolo, siendo que la banca se había secado mucho tiempo atrás.
Las leyes o mandatos tienen su razón de ser, no simplemente son órdenes que cumplir. El Papa Francisco se refirió al cuestionamiento que hacía San Pablo a los gálatas sobre la ley dada por Moisés, pues se habían olvidado de su razón de ser. Cumplían la letra, pero faltaba el espíritu que acompaña la ley. Con la llegada de Jesucristo, que es el Salvador, Él es quien nos salva. San Pablo recuerda que no nos salvamos, somos nosotros mismos al cumplir la ley, sino que es Cristo quien nos salva cuando cumplimos la ley. Es bueno cumplir la ley, pero es Dios quien nos otorga la gracia para ser salvados e irnos al Cielo.
Para pensar
Hay el peligro de pensar que uno ya es bueno porque cumple ciertas normas, sin pensar que podemos cumplirlas gracias a la ayuda de Dios. Los fariseos del tiempo de Jesús, se pensaban santos porque cumplían ciertas reglas, pero se olvidaban de vivir la caridad, que es la esencia de la santidad. Hay el peligro de llevar una doble vida: la que somos y la que queremos aparentar. Hay un poema del escritor uruguayo Mario Benedetti llamado “Máscaras” que muestra esa aversión a la hipocresía. Así dicen unos de sus versos:
No me gustan las máscaras exóticas / ni siquiera me gustan las más caras… no me gustan y nunca me gustaron / ni las del Carnaval ni las de los tribunos
ni las de la verbena ni las del santoral / ni las de la apariencia ni las de la retórica / me gusta la indefensa gente que da la cara / y le ofrece al contiguo su mueca más sincera…
me gustan los que sueñan sin careta / y no tienen pudor de sus tiernas arrugas… / las máscaras no sirven como segundo rostro
no sudan / no se azoran / jamás se ruborizan… / las máscaras alegres no curan la tristeza / No me gustan las máscaras / he dicho.
Para vivir
Con el término hebreo “Torah” se indica la Ley, la recopilación de todas esas prescripciones y normas. La ley fue otorgada por Dios. Era una época en que había necesidad de una Ley así, fue un gran regalo que Dios hizo a su pueblo, porque en esa época había paganismo e idolatría por todos lados.
San Pablo no era contrario a la Ley mosaica, pero aclara que esa ley no da la vida por sí misma, sirvió para preparar el encuentro con Cristo. Esa es la novedad radical de la vida cristiana: la ley de Cristo da Vida en el Espíritu Santo. La ley alcanza su perfección en el encuentro con Jesucristo y su precepto del amor. La gracia nos da la vida y la unión con Dios en el amor.