Saber compartir el pan

1) Para saber

En un colegio en donde los niños se quedaban a comer, sucedió que al entrar al comedor un niño hizo una travesura. Ante ello el encargado le amonestó: “Fuera del comedor, hoy te quedas sin comer”. El niño se fue al oratorio y se hincó en la primera banca. El sacerdote se extrañó al verlo a esa hora, por lo que se acercó y le preguntó qué hacía ahí. El niño le dijo que le estaba rezando a Jesús. “Y ¿qué le rezas?”, volvió a cuestionarlo. El niño le contestó. “Le pido a Jesús que no tenga hambre”.

Jesús nos enseña a acudir a Dios pidiéndole por nuestras necesidades. En el Padre nuestro, recordaba el Papa Francisco que cuando pedimos: “Danos hoy el pan de cada día”, además de pedir alimento, pedimos también agua, medicinas, hogar, trabajo… Lo necesario para vivir.

Además, al pedir ponemos de manifiesto nuestra insuficiencia, lo cual nos ayuda a ser humildes.

2) Para pensar
Se cuenta que el emperador Carlos V de Alemania y I de España llegaba con su escuadra ante el puerto de Orán, ciudad donde España tenía una plaza fuerte. Era de noche, y el mar estaba tan alborotado que amenazaba un terrible naufragio. El emperador, aunque aparentaba una gran seguridad, estaba vivamente preocupado por la suerte de sus soldados. Los barcos no podrían resistir por mucho tiempo el embate arrollador de las olas.

Después de larga reflexión, se dirigió al jefe de la armada: “¿Cuánto tiempo pueden resistir estos barcos?” Le contestó el jefe: “Un par de horas”. El emperador volvió a preguntar: “¿Qué hora tenemos?” Le respondieron que eran las diez de la noche. Una sonrisa iluminó el rostro del emperador y comentó: “Entonces... estamos salvados”. El jefe de la armada le miró extrañado. Carlos V le miró a su vez con ojos optimistas y le explicó: “A las doce de la noche se levantarán a rezar por nosotros todos los religiosos de coro de España. Dios escuchará sus plegarias. No temáis, amigo, estamos salvados”.

El almirante un tanto incrédulo siguió temiendo, pero su asombro fue grande cuando, pocos después de las doce de la noche, el mar se calmaba y, por entre las rasgadas nubes, aparecía una luna prometedora de bonanza. Al día siguiente, Orán caía en poder del emperador.

Pensemos qué confianza ponemos en la eficacia de la oración.

3) Para vivir
Jesús nos enseña a pedir el pan no solo para nosotros, sino para todos. El Papa Francisco recordaba que nuestra oración contiene una actitud solidaria: “El pan que el cristiano pide en oración no es ‘mío’, sino ‘nuestro’. Jesús nos enseña a pedirlo no solo para nosotros, sino para toda la fraternidad del mundo”.

Jesús no pide invocaciones refinadas, al contrario, toda existencia humana, con sus problemas más concretos y cotidianos, puede convertirse en oración. En los evangelios encontramos una multitud de mendigos que suplican liberación y salvación y Jesús nunca pasa indiferente ante estas peticiones y estos dolores.

Así como Jesús realizó el milagro de multiplicar los panes, ahora Él mismo se multiplica para que podamos comer el Pan Eucarístico, único pan capaz de saciar el hambre de infinito y el deseo de Dios que anima a cada hombre.