Una oración confiada
Para saber
Una niña llamada Laurita rezaba en voz alta siempre antes de acostarse. Un día su abuelita estuvo de visita. Al irse a dormir, Laurita rezó con voz fuerte: “Gracias Niño Jesús por todo lo que me diste este día. Gracias porque vino mi abuelita. Y como eres muy bueno, mándame de regalo una muñeca bonita”. Su mamá que estaba ayudándole le dijo: “Pero tesoro, no grites tanto, que el Niño Jesús no está sordo”. La niña replicó: “El Niño Jesús no, pero mi abuelita sí”.
La oración de los niños es sencilla. Logran entablar rápidamente una relación con Dios. El Papa Francisco, en su quinta reflexión sobre la oración, recuerda la actitud llena de fe y confianza de Abraham. Dios recomienza una relación personal con la humanidad a través de Abraham: “Dios ya no se ve sólo en los fenómenos cósmicos, como un Dios lejano que puede infundir terror.
El Dios de Abraham se convierte en “mi Dios”, el Dios de mi historia personal, que guía mis pasos, que no me abandona; el Dios de mis días, el compañero de mis aventuras; el Dios Providencia”, señaló el Papa.
Para pensar
Blaise Pascal fue un gran teólogo, filósofo y científico del siglo XVII. Al morir y revisar su ropa, encontraron que tenía un pequeño pergamino cosido dentro de un traje. Ahí estaban escritas unas palabras que seguramente significaban mucho para él. Se le conoce como el Memorial de Pascal. Comienza así: “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos y de los sabios. Certeza, certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucristo”.
Expresa no una reflexión intelectual, sino el sentido vivo, experimentado, de un Dios personal. No del Dios abstracto o el Dios cósmico, no. Es el Dios de una persona, el Dios de Abraham, el Dios que es certeza, que es paz y alegría.
El Papa nos invita a preguntarnos si experimentamos también una relación personal con Dios, si es el Dios que me acompaña, el Dios de mi historia personal, el Dios que guía mis pasos y nunca me abandona.
Para vivir
Las tres religiones monoteístas, el cristianismo, el judaísmo y el islam coinciden en considerar al patriarca Abraham como un ejemplo de fidelidad a la Palabra de Dios. Recordemos cómo el Señor le invita a desarraigarse de su patria y familia, para ir hacia un futuro nuevo y diferente. Abraham salió, sin saber adónde iba, pero se fió de la palabra de Dios.
También confía cuando le es anunciado que en un año tendría un hijo, no obstante lo avanzado de la edad de él y de su esposa Sara. Creyó y se fió de Dios. Y cuando Dios le pide que sacrifique a su propio hijo Isaac, Abraham vive su fe como un drama, pero vuelve a confiar y Dios lo detiene a tiempo.
A veces nos pasa también que caminamos en la oscuridad, pero es la fe la que nos sostiene. Abraham dialoga, reza, incluso discute con Dios, pero siempre dispuestos a aceptar la palabra de Dios y a ponerla en práctica. Porque solamente un hijo es capaz de enfadarse con su papá y luego reencontrarlo, dice el Papa. Con Dios aprendamos a hablar como un hijo con su papá: escucharlo, responder. Pero transparente, como un hijo con su papá. Así nos enseña a rezar Abraham.