¿Cómo se destruye un sistema?
Un sistema está comprendido por un cúmulo de procesos y procedimientos que a su vez conforman reglas y políticas, mismas que al paso del tiempo se conforman en costumbres, tradiciones, cultura, filosofía, razón por la cual es muy difícil destrozarlo y empezar de cero una nueva organización.
En el caso de un país como organización, según estudios, se requiere un mínimo de 30 años -generación y media-, para poder establecer el rompimiento total de las viejas estructuras y darle permanencia a las que vayan surgiendo.
Que caminen solas, que se conviertan en el nuevo sistema.
Ocurre en ocasiones en grandes organizaciones que se presentan rompimientos y el sistema prevalece, pero sin una parte del ente que a su vez conformará su propio sistema, y el círculo del cambio toma su derrotero propio.
En los otros tipos de organizaciones, medianas, chicas, pequeñas, lo que crea el sistema es la edad de la organización y los cambios -porque siempre se transforman-, suelen ser lentos, muy lentos, de ahí que sea tan difícil, penoso y costoso, incrustar en sus integrantes nuevos modelos de conductas afines a lo que el jefe desea.
Se requiere el cultivo de una sensibilidad tal que permita establecer esos nuevos cánones.
El sistema en sí es un todo que, curiosamente, suele estar conformado por otros, digamos más pequeños.
En el caso de un país, el subsistema pudiera ser el partido político de donde emergen los jefes, por poner un ejemplo simplón.
Esta connotación, a su vez, permite la supervivencia del macro que puede, insistimos, perder una de sus partes, pero el control demostrado a través del poder, se refuerza en el sistema agraviado toda vez que quienes lo manejan cuentan con una capacidad de rápida acción y ello conlleva una entropía (transformación), una cerrazón y defensa en quienes lo ostentan.
¿Qué es necesario para destruir un sistema?
Se requiere violencia en alguno de los tipos que existen. La historia ha demostrado que existen ‘n’ cantidad de formas a emplear, el problema se presenta cuando los tiempos de cambios son rebasados por las necesidades de quienes lo integran, de tal manera que esa revolución causada, original, puede volverse en contra de quienes la desarrollaron al no saber realizar con la eficacia debida conforme a las transformaciones precisas, recordando que se requieren 30 años para lograr un objetivo final al 100%.
Si no se respetan los tiempos debidos, suele ocurrir un crack en ese reacomodo de piezas, y la organización entrará en un caos en el cual todos los integrantes pierden.
Es lo que reafirma la historia.
El autor es periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP, director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones.
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