Derechos de NNA vs pin parental
(PRIMERA DE 2 PARTES)
En mi adolescencia asistí en los años noventas a una escuela religiosa en Ciudad Obregón, Sonora, en donde tuve acceso a una limitada educación sexual que me permitió, a grandes rasgos y según recuerdo, enterarme de la función de los órganos sexuales reproductivos del hombre y la mujer.
Hasta ahora comprendo que de alguna manera a través de la religión lo que se predicaba era más bien la abstinencia y no precisamente una educación sexual a cabalidad.
Durante años, fui testigo de una sociedad que en la cotidianidad juzgaba severamente si sospechaba o se enteraba que alguna jovencita tenía una vida sexual activa.
Eso era visto en términos simples como vil putería, lo cual era válido para los jovencitos varones, a ellos nadie los criticaba ni mucho menos juzgaba, pero el caso era totalmente contrario para las jovencitas, quienes no corrían de ninguna manera con la misma suerte.
De hecho, de manera coloquial se decía que tal o cual adolescente estaba “quemada” y entonces, difícilmente tendría algún pretendiente que la tomara en serio.
Eso era lo que decían.
Y bien, en ese despertar hormonal, entonces, cada quien descubría esto de la sexualidad por cuenta propia, discretamente, a su manera, luchando contra un cúmulo de prejuicios establecidos por autoridades escolares y también, por parte de los propios padres, que si bien no tocaban el tema de la sexualidad con sus hijos e hijas, en cambio, sí eran muy claros respecto a no querer enterarse de embarazos tempranos, sobre todo en el caso de las hijas, si antes no había matrimonio.
Evidentemente en esos tiempos no era muy popular esto de la perspectiva de género en la escuela a la que yo asistía, y supongo, tampoco en el resto de las escuelas, en la ciudad, en el estado y el país.
Por mi parte, supe detalles de sexualidad a través de charlas con amigas europeas, quienes hablaban del tema de manera abierta, con plena naturalidad, sin temor, con una emancipación que yo no conocía.
Escribo esto para evidenciar el machismo enraizado y patético en el que para mi infortunio tuve que crecer, amén del adultocentrismo, y porque no quisiera que otras generaciones de jovencitas tuvieran que pasar por lo mismo, porque ahora que está en la mesa la discusión de la propuesta legislativa denominada “pin parental” o “derecho preferencial de los padres”, me doy cuenta que permanece esta absurda idea de los adultos de querer imponer sus ideas por encima de los derechos de niñas, niños y adolescentes (NNA) que tienen el legítimo derecho a recibir una educación sexual, porque es un derecho humano, porque se halla en nuestra Constitución, porque nuestro país tiene un compromiso internacional con los derechos humanos de la niñez debido a los tratados internacionales de los que es parte; porque desde la Convención de los Derechos del Niño de 1989, se considera a niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho y no como objetos de protección.
La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.