Ejercer los sentidos (desde el exilio)

El autor es odontólogo originario de Culiacán, Sinaloa.

“Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo… ”.

Así inicia el poema “A estas horas aquí”, de Jaime Sabines.

Mucho tiempo después me encontré una entrevista al poeta donde cuenta de cómo la pasó en su época de estudiante en el centro histórico de la CDMX.

Y sí, vivió en un edificio en el cual tenía de vecino un cabaret.

Esa época ya pasó, ese ritmo, ese estilo de vida ya no regresará.

Ahora son tiempos de modernidad, de Internet, de redes sociales.

Ahora todo es digital, inmediato.

Son tiempos de adaptarse, siempre estar dispuesto a aprender, incluso a desaprender para retomar nuevas formas o métodos de hacer las cosas.

Por eso ahora, al estar escribiendo, me acordé de Jaime Sabines, sobre sus hábitos y de cómo explicaba en esa entrevista su propuesta de ejercer los sentidos para desarrollar su escritura en el tormentoso oficio de escribir.

Y digo tormentoso porque para escribir sobre momentos basados en las vivencias, tenemos que recurrir a la memoria, y eso, no siempre es bueno.

Mi nombre es Ángel Vieyra, odontólogo de profesión, nacido en Culiacán, Sinaloa, y desde el verano del año 2012 estoy en Hermosillo, sonora.

Llegué a la ciudad de Hermosillo para la apertura de una clínica dental.

Llegué sin nada ni siquiera con un plan, lo único que deseaba era salir de Culiacán.

Salir de mi ciudad natal era mi objetivo de vida en esa época.

Casado y con dos hijos, mi deseo era que mis hijos vivieran en otra ciudad, alejados de la narco-cultura tan arraigada en Sinaloa.

Mirando hacia atrás, el tiempo me ha dado la razón.

Mi deseo de salir de Culiacán inició en septiembre de 2005, tres meses antes de mi boda.

Era las 8 de la mañana y yo me preparaba para verme con mi prometida para ir a escoger las flores de los centros de mesa para la recepción.

Suena el teléfono de casa de mis padres, mi mamá atiende y dice que la llamada es para mí.

• ¿Bueno?

• José, soy Liliana, te hablo para avisarte que ayer levantaron a Jhair y no aparece. Te lo digo para que te prepares y veas si le dices a tu papá.

La llamada fue de Liliana, la esposa de mi hermano, el mayor de dos hijos de mi padre en su primer matrimonio; Edel, el menor, también falleció en 1992 por estar involucrado en el narcotráfico.

De manera que Liliana me dejó con la carga de darle la noticia a mi padre, yo me metí al baño a llorar.

A las pocas horas mi padre se enteraría por su cuenta.

Esa misma noche me avisaron que habían encontrado el auto de mi hermano y que su cuerpo estaba en la cajuela.

Había sido torturado y ejecutado.

Fue un velorio con el ataúd cerrado.

Mi hermano dejó una viuda y dos hijos: Edel y Jhair.

Por eso, al nacer el primero de mis hijos, mi objetivo principal fue salir de Culiacán; el tiempo me ha dado la razón.

La violencia en Culiacán ha aumentado hasta el día de hoy y el estilo de vida basado en la idolatría al narcotráfico cada vez es más arraigado.

Ahora, desde mi exilio, busco recuerdos de los cuales tener algo qué contar, algo qué comunicar, no sé aún con qué sentido, no sé aun si me ayudará o servirá de algo, de momento quiero creer que es para expresarme y que conozcan mis orígenes, no lo sé, sólo busco ejercer los sentidos y después ver qué ocurre.

Mientras tanto, a seguir trabajando.

El autor es odontólogo originario de Culiacán, Sinaloa.