El calcetín y el dedo gordo
“ Pelón, pelonete, cabeza de cuete”...
Eso escuché al entrar a un salón de clase del voluntariado.
Un niño de nueve años cantaba con singular alegría esa canción popular mientras realizaba su tarea.
Hacía mucho tiempo que no la escuchaba.
-¡Qué bien cantas!, le dije a modo de piropo.
-¿Se la canto toda maestra?, ¿Se la canto?
Por otro lado alcancé a ver que de su zapato se asomaba un poco el calcetín y el dedo gordo.
Su camisa desteñida todavía mostraba el logotipo descarapelado de un equipo de futbol.
Su cabello despeinado confundía si el pequeño se peinaba para un lado o para otro, o para ninguno.
Sin embargo, él seguía feliz, cantando “Pelón, pelonete, cabeza de cuete”. Ingenuidad e inocencia…¿riqueza?
Estaba contento porque su “amá” le llevaría pizza “pa’ la noche”.
No sé si el niño pensó en que su “amá” quizá trabajaría el doble para eso.
No le quise hacer ver otra realidad más que la de ese momento.
Más aún que con gusto el niño hacía florecitas de papel maché para su calavera y las pegaba sobre una hoja con engrudo, arcaico.
Esa tarde el trabajito se lo daría a su madre.
Ni de loca yo le platicaría sobre el derroche de resistol de los niños que hacen “slime”.
La madre de seguro apreciaría aquella obra de arte, tal y como para él lo era.
Mientras platicaba con él sobre sus sueños e ideales caí en cuenta de que la mayor carencia del niño era no tener la certeza de una familia.
Con todo y su cantar, en el fondo tenía miedo de quedarse solo si su madre se enfermara.
Entonces no tuve de otra más que agradecer, y comprender que niños y familias en extrema pobreza ¡nos enseñan más a uno que lo que podemos darles!
Nuestra ayuda es esencial, y no porque les demos un peso, sino porque juntos, a lo mejor hasta cantando “Pelón, pelonete”, le enseñamos a cualquiera, como a ese niño, que la vida puede ser buena, que cada uno es importante para la comunidad, que no están solos.
Esperemos que el contribuir a su formación les garantice su futuro ante su vulnerabilidad.
No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si ellos carecen en sus necesidades básicas, en su formación y educación, estaremos perdiendo por ambas partes.
Espero que el niño siga cantando, porque ese día nos puso a todos de buen humor.
¡Ayudemos!
La autora es escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos, cuentos personalizados.
ayalalirio@hotmail.com
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