El espejismo del éxito
Como individuos, vivimos inmersos en un inconsciente colectivo, sujetos a la proliferación mercantil de consumo, que enfatiza en el éxito estridente, material y desmesurado como causa prioritaria del desarrollo.
El éxito se nos presenta como un modelo de competición al alcance de todos, pero dicho concepto, ¿es en realidad lo que determina la trascendencia humana? Si bien la palabra éxito viene del
latín "exitus”, que significa «salida, fin, término» como el resultado de una acción, proyecto,vida, en su origen data la importancia intrínseca de reconocimiento interno como medida del desarrollo, y no solo de rendimiento.
El éxito hoy en día está ligado al tener y al pertenecer, segregando al ser de la cúspide de su propio campo de trascendencia. El temor a perder lo que nunca se ha tenido, o no ser capaces de conseguir lo propuesto, pueden traer efectos nocivos para la salud en general.
El éxito moderno puede ser visto como una distorsión de la realidad; una saturación informativa que conduce a un bloqueo emocional. El comparar nuestras vidas con vidas ajenas, una muestra de los espejismos de la meritocracia social.
¿Dónde queda el espacio para la introspección y la reflexión? Si no analizamos la dirección que estamos tomando, y perseguimos todo aquello que nos muestran como "exitoso” sin cuestionarlo, es probable que estemos encausados a un falso ideal de bienestar.
Incluso, el efímero placer, que a largo plazo desemboca en el motivo principal de angustia, vacío e insatisfacción.
El cuánto tienes tanto vales, el performance perfecto de la exclusión adaptado a la digitalización. Las redes sociales que muestran sólo una cara de la moneda; la apariencia prefabricada como medio de participación y glorificación.
Las historias que se cuentan, como las del lobo de Wall Street, y es que detrás del privilegio está la contraposición al fracaso. Porque como seres humanos, queremos destacar, estar en la cima, tocar la meta... ¿Pero qué pasa si cuando se llega a la cima miramos hacia abajo y hay un vacío abismal?
¿Qué hay más allá del más allá (meta)? ¿La clave está en abrazar al deseo y adherirnos en una eterna búsqueda? ¿Cuál es el antídoto a nuestra insaciabilidad?
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche sostenía que lo que amamos es el deseo y no lo deseado, en referencia a que lo que se obtiene tiende a ser olvidado, supliéndolo por otro deseo nuevo.
Para los estoicos, la renuncia al deseo era una de las cuatro virtudes cardinales ligada a la 'templanza’, así como la moderación y el autocontrol, para identificar los llamados placeres falsos o malsanos.
La excesiva productividad de la contemporaneidad proporciona sujetos sedentarios que no tienen tiempo para sí mismos, y cuando el colapso emocional se hace presente, los padecimientos se desbordan y lo obtenido llega a ser totalmente insuficiente.
El valor intrínseco del éxito se encuentra en el proceso de contemplación que nos hace sentir vivos. Por eso es importante disfrutar el camino, ya que son las experiencias las que forjarán nuestro destino y no el espejismo del éxito que nos han vendido.
"El estado de insatisfacción personal y social nos conduce a la exacerbada y angustiante odisea de la existencia.”
El autor es fundador del colectivo Más arte, menos balas.
Consultor filosófico, escritor y