El pasto es más verde del otro lado
Hace cuatro años renuncié a mi trabajo ‘normal’, empaqué maletas y subí a un avión que me llevó al otro lado del Atlántico, donde estudiaría mi maestría en Cine, específicamente en escritura de guión.
Es un sentimiento extraño cumplir ‘El Objetivo’ con mayúsculas. El único que había tenido desde antes de salir de la preparatoria, el que impulsó mi resultado casi impecable en la universidad.
Ya había descubierto que no me gustaba el sistema educativo estadounidense ni el ambiente de competencia voraz que se cuenta de Hollywood (además de que la Universidad del Sur de California es impagable, especialmente si consideramos la dificultad de encontrar becas para las artes).
Desde la realidad mexicana, que yo insistía con necedad no tenía suficientes oportunidades, Reino Unido sonaba como la solución a todos mis problemas.
Mi estilo no encajaba en México, no se parecía a lo que se hace en el cine y la televisión. Yo quería escribir fantasía épica, ciencia ficción, y ¿quién me iba a tomar en serio aquí?
Edimburgo, Escocia, es una ciudad preciosa. Debería figurar más en el radar de destinos europeos de los mexicanos. La maestría fue todo lo que pude haber querido y más; me convirtió en mejor escritora, me conectó con gente excelente y me permitió hacer amigos y tener experiencias que valoro muchísimo.
Pero ni Escocia ni la maestría resultaron ser la respuesta para mí. Descubrí que la industria británica tiene las mismas broncas que la mexicana: la mayoría de las producciones son financiadas por el gobierno y muchas no llegan a salas. Su taquilla también sufre acaparamiento por Hollywood, quizás hasta más que en México, pues tienen la gran desventaja de hablar el mismo idioma.
Decir que estaba atónita no es suficiente. Desconsolada podría ser un mejor descriptor. No ayudaba que, como buena mexicana, extrañaba montones a mi familia, y empecé a ver lo imposible que sería para mí vivir a 9 mil kilómetros de distancia de ellos. Entonces… No encajaba en México, ya no me podía ir a Hollywood, pero tampoco quería ni podía quedarme.
Regresé desorientada, con un optimismo que ni yo me creía. Ahora estoy de nuevo en un trabajo ‘normal’, y hay días que mi aventura europea parece haber sido un sueño.
Sin embargo, también encontré un nicho, una productora y un director que han creído en mí, un proyecto, y todo aquí en mi ciudad.
Creo que de lo más importante que aprendí al vivir en el ‘primer mundo’ más de un año, es que no es mágico ni perfecto, como el imaginario mexicano enseña. Me ha tomado dos años y muchas dudas, pero al fin me di cuenta de que tomé la decisión correcta para mí, y eso es lo importante… ¿No?
Alejandra Meneses Audeves
La autora es guionista, maestra en Artes por la Universidad Napier de Edimburgo.
Twitter: @alexamenexa