El punto de vista de una mujer educada por mujeres
En días pasados analizaba un poco de mi historia, ¡Dios! ¿Por qué soy así? ¡Mi carácter, mi terquedad por qué! (todos nos preguntamos alguna vez eso en la vida) Cuánto podemos decir al respecto de nosotras.
Creo que necesitaríamos varios libros y aun así sería imposible concluir; miraba fotografías viejas que mi tía Lidia me hizo llegar a mi teléfono, debido a tanto cuestionamiento de parte mía sobre mi historia familiar.
Siempre he dicho que nací en un matriarcado muy poderoso, fui educada por mujeres de trabajo y de esfuerzo con historias que son dignas de admirar.
Mi madre, enfermera de profesión, costurera por pasión y con un don de gente increíble. “Cocinera milagrosa”, le decía yo, ya que sus deliciosas sopas de verdad hacían que mi alma tomara fuerzas cuando sentía de niña que algo me angustiaba.
Sus atoles en tiempo de frío me quitaban toda dolencia y para mí estar en su cocina era el lugar más seguro del mundo; mi abuela Rebeca, madre de mi madre a quien yo le decía “mi mamá Rebeca”, era un cúmulo maravilloso de bondad, fe, fortaleza y paz, ¡mucha paz!
Ella tenía la cualidad increíble de que todos al entrar saliéramos con el corazón contento; siempre compartía de su delicioso café y no sé cómo le hacía, pero siempre tenía un taco de frijoles para todo aquel que pisaba su casa y miren que los desfiles eran largos.
Mi bisabuela Josefa, madre de mi ‘mamá Rebeca’, abuela de mi madre, qué mujer más ¡fuerte! Quedó viuda relativamente joven, eso pienso yo, lo cual formó mucho su carácter y esa parte de la historia familiar me agrada mucho, ya que a veces no tienes tiempo para llorar y tienes que hacer frente a la vida con los recursos que tienes y así te vas forjando un camino en el cual, a veces, tenemos que ser ejemplo y no podemos ni debemos doblarnos.
Mi querida nana Fita (así le decimos de cariño) con una puntería excelente, carácter fuerte como nadie, de buena mano con las plantas, noble con los animales y un corazón enorme con los nietos, bisnietos y de más, cada uno con una historia distinta por contar de cómo veíamos a la abuela Fita.
¿Por qué les cuento todo mi árbol familiar? Es muy sencillo, dicen que todos absorbemos un poco o un mucho de nuestro pasado, eso es lo que nos forma, lo que nos hace ser, lo que somos ahora. Mi historia es como la de muchas de ustedes, con ejemplos de trabajo, esfuerzo, bondad, corazones rotos, tercas como ninguna, buena puntería, amor por la cocina, así es como cada día nos levantamos, rotas o completas, a vernos frente a un espejo y continuar o simplemente otra vez comenzar.
Después de analizar detenidamente mi historia familiar, en verdad hay preguntas que ya no me voy a hacer más, como por qué mi carácter, mi terquedad, amor a los animales, paciencia con los niños y muchas ganas de nunca dejar de luchar; la cocina es para mí ahora un espacio natural, el más seguro del mundo, donde cada cosa que se logre preparar puede aliviar un corazón.
Carmen PalaciosLa autora es comunicadora y chef.