El tiempo y yo
Siempre hay algo que hacer: responder mensajes, enviar emails, publicar en redes sociales, atender preguntas en whatsapp, leer sobre el tema de moda, impartir clases en línea, tener sesiones con clientes, hacer transmisiones en vivo, devolver llamadas perdidas y un largo etcétera. Sí, siempre hay algo que hacer, siempre hay alguien a quien cumplir, siempre hay alguien a quien atender,
siempre hay para quien abrir un espacio en la agenda, salvo para con nosotros mismos y este es un error en el que la mayoría de los adultos caemos con mucha más frecuencia de la que deberíamos hacerlo.
Nunca hay tiempo para hacer ejercicio, nunca hay tiempo para leer, nunca hay tiempo para meditar, nunca hay tiempo para conversar con la familia, nunca hay tiempo para tomarse un café,
nunca hay tiempo para estar en paz con nosotros mismos.
Siempre estamos haciendo algo, siempre estamos persiguiendo algo, siempre estamos entregando algo, siempre estamos involucrándonos en algo. En lo personal, me tomó mucho tiempo calmar esa ansiedad que me llevaba a querer hacer muchas cosas durante el día pensando que así sería una persona más productiva y eficiente porque aprovecharía mejor cada minuto de mi tiempo.
Trabajar de esta forma es una de las rutinas que automáticamente ejecuto como consecuencia de esa cadena que creí haber roto de mi pasado gerencial. Sin embargo, desde hace algunos años me he dado cuenta de esta forma de hacer las cosas y he empezado a trabajar para cambiarla, sobre todo en este 2021, porque me he sacado de encima toda presión que anteriormente dominaba mis decisiones y conducía mis acciones, aunque tenga ocasionalmente algunas recaídas.
Por ejemplo, ayer disfruté y mucho. Ayer tuve tiempo para mí, para verme al espejo y conversar conmigo mismo, para escribir cada una de las metas que visualizo lograr en este 2021, para agradecer por todo lo que tengo en la vida, para tomarme más de un café con mi esposa, para jugar con mi pequeña Andrea, para escribir y reescribir lo que me gusta, para leer por placer y
para hacer una exigente rutina de ejercicio con 3 de mis amigos vía zoom, algo que mi panza me pedía a gritos que hiciera desde hace algunas semanas.
Ayer pude ver con mayor claridad cómo he sido yo, quién ha creado en mi mente una tempestad dónde sólo debe haber calma y paz. Sé que no puedo ni quiero volver a lo mismo porque quiero
disfrutar, quiero descansar,- quiero hacer, quiero no hacer, quiero pensar, quiero soñar despierto y quiero seguir construyendo una vida que no sea conducida por las prioridades de personas a las
que no les importo ni yo, ni mi familia.
Así como lo hice ayer. Sé que no es fácil, sé que no vivo aislado del mundo, sé que no puedo simplemente decirles a todos que no estoy disponible. Pero sé también lo que es el otro extremo y sé los efectos que puede llegar a generar en la vida de una persona que solo baila al ritmo que la vida y el trabajo le imponen, sin tener ese espacio tan importante que todos debemos hacer para vivir.
El autor es Papá Emprendedor, Escritor, Conferencista, Consultor, Podcaster
LinkedIn: @MarioCoronaOficial