Esto no se acaba hasta que se acaba
Este título corresponde a la famosa frase acuñada por Lawrence Peter Berra, más conocido como “Yogui Berra”, famoso beisbolista y mánager estadounidense haciendo alusión a que en ese deporte puedes ir perdiendo, pero mientras falte un out le puedes dar la vuelta al marcador.
En el caso Covid-19 podemos aplicarla en sentido contrario, mientras no se tenga una vacuna como antídoto al virus y éste se comporte distinto en cada persona, estás en peligro de perder la vida.
La emergencia sanitaria continúa, y aunque la cantidad oficial de contagios ha disminuido, el círculo de amigos o familiares que fallecen o enferman se sigue cerrando, ya no se puede seguir señalando mala estrategia o falla de comunicación gubernamental, de las autoridades sólo debemos esperar que ejerzan los actos de autoridad para exigir y mantener las medidas sanitarias, de una u otra forma la sociedad ya cuenta con la información necesaria sobre el virus para el autocuidado, pero tal parece que después de 7 meses de iniciado el aislamiento social, administrado ahora por colores, se ha bajado la guardia.
Es normal esperar que el prolongado confinamiento ocasionara aparte de las consecuencias socioeconómicas que ya padecemos, los efectos psicológicos como depresión, ansiedad o el hartazgo, que llevan a romper la necesidad de quedarte en casa o dejar de lado las medidas de prevención sanitaria más básicas como la sana distancia, uso de cubrebocas y lavado de manos.
Por otro lado, el confinamiento también ha provocado que las personas que no han enfermado o aquéllas que fueron asintomáticas le pierdan el miedo al enemigo invisible llamado Covid-19.
El miedo causado por un peligro futuro, desde un enfoque negativo, es una emoción caracterizada por una sensación desagradable que se puede convertir en un sentimiento, pero desde el lado positivo el mismo miedo controlado, puede ser necesario porque nos ayuda a tomar decisiones responsables y evita que actuemos con negligencia.
Los expertos a nivel mundial nos dicen que el riesgo, al estar fundamentado en una población expuesta y vulnerable, siempre tiene un impacto social, pero también que el riesgo, aún en una misma comunidad, tiene una percepción diferenciada, es decir, no todas las personas lo ven igual, “según cómo le vaya en la feria”, dirían coloquialmente y esto produce una sensación de inmunidad.
Podemos entonces observar que la sociedad se cree inmune y esto tiene una explicación.
Mary Douglas, académica estadounidense, describe como inmunidad subjetiva aquélla que tiene “la tendencia a ignorar o restar importancia a los peligros cotidianos más comunes, con lo que el individuo corta la percepción de riesgos altamente probables, de manera que su mundo inmediato parece más seguro de lo que es en realidad”; tan inmunes nos sentimos que precisamente caemos en la negligencia y falta de empatía.
Ante ese panorama, el rebrote es inminente, de hecho esta semana la Secretaría de Salud reconoce el rebrote de los contagios y hospitalizaciones en ocho estados del país con relación al comportamiento que habían mostrado las estadísticas durante las semanas previas.
Esto desafortunadamente no se ha acabado.
El autor es Presidente Nacional del Colegio Mexicano de Profesionales en Gestión de Riesgos y Protección Civil, A.C.