Imagen y percepción
Nuestras percepciones no sólo dependen de lo que entre por nuestros ojos, sino de las ideas y criterios que pueblan nuestra mente. Si vemos una lata de carne con el dibujo de una robusta vaca, pensamos que en su interior habrá una buena carne de ovino.
Del mismo modo, si vemos una lata con imágenes de pescados (atún, sardinas, anchoas, etc.) comprendemos que allí dentro hay carne en conserva de dichos pescados. Pero, si en la lata vemos a un niño sonriente y cachetón, no pensamos que el recipiente contenga carne de niño, sino que su contenido hace que el niño esté sano y contento.
No obstante, supongamos que –como ha ocurrido en nuestra historia- la lata vaya a caer entre una tribu que durante muchos años ha practicado y aceptado culturalmente la antropofagia: ¿quién podría negar la posibilidad de que dicha imagen sea interpretada como una información de que la lata contiene la delicada carne de un niño sano y regordete? Nuestras percepciones que entran por nuestros sentidos se ven afectadas por las ideas y criterios que pueblan nuestra mente.
Estas ideas y criterios habrían entrado a nuestra “ciencia”, sea ésta conciencia o subconciencia, a través de nuestros sentidos que cumplen esa función de traer a nuestro interior reflexivo y organizativo todos los conceptos, estímulos y perspectivas del exterior para ser asimiladas o acomodadas dentro de nuestro conocimiento para formar nuestros criterios, nuestra imagen de las cosas.
El significado de una imagen, el mensaje que la misma transmite, está estrechamente ligado con las experiencias y conocimientos de quien la recibe. Las imágenes reproducidas en las latas del ejemplo son medios de lectura inmediata, que nos avisan del contenido. Si vemos el dibujo de un niño sonriente, excluimos a priori que ello pueda indicar el contenido de la lata porque, en efecto, en nuestra tradición cultural no cabe el consumo de carne infantil.
En la base de la comunicación subyace un lenguaje cultural, que nos ayuda a interpretar correctamente los mensajes visuales. Cuando comunicamos debemos considerar los conocimientos previos que pueda tener el público objetivo al que nos dirigimos, sabedores de que esos conocimientos, evocados por nuestro mensaje, se activarán y combinarán con la nueva información que estamos enviando y producirán una nueva vista de lo que decimos, y un nuevo criterio al final del proceso de percepción-organización en la mente de nuestro público meta.
Similar a cuando vemos esos dibujos en una acera que nos presentan un abismo abierto en el piso, que sólo son percibidos desde un cierto ángulo; similar también al fenómeno que ocurre cuando disparamos una flecha con un arco y debemos apuntar un tanto más arriba para compensar la curva que la saeta hará en el aire; así mismo, al lanzar nuestros mensajes deberemos considerar lo que los públicos meta piensan y conciben para que la información que enviamos complemente o combine con aquélla y al final dé la percepción que pretendemos.
El autor es Publicitario miembro de ASPAC.
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