La bendita competencia
La mejor manera como una organización puede medir sus parámetros de efectividad es comparándose con otras similares. Y cuando en el mercado existen varias que se distinguen por estar en el mismo giro, debe hacerlo primeramente con aquella que cuente con similitudes y que, una vez rebasada, estará apta para competir y medirse con la que sigue en un nivel un poco más alto.
Conocido es que el mejor aprendizaje es el que se recibe de la competencia y del conocimiento que se extrae de los competidores que se dejan en el camino. Tan es así que las organizaciones que están en la cúspide utilizan como estrategia la conformación de otras similares para que exista ese factor. En el sector empresarial hay varios ejemplos de ello.
La otra acción que efectúan es la absorción de otras más para crecer en mercados, o bien, su creación de nuevas células competitivas para que la comparación tenga validez y así seguir en crecimiento constante. Hasta 1980, el tenor de las llamadas transnacionales era crecer a nivel mundial. Trasladaban a varios países sus herramientas de producción y abrían sucursales en abundancia hasta contar con empleos arriba, algunas como General Electric, de hasta 400 mil personas. Contaban con capitales equiparables al presupuesto anual de pequeños países.
Pero el modelo cambió más o menos en esas fechas con el fortalecimiento de las franquicias y lo que llamaron la “Dirección horizontal”, reduciendo con ello salvajemente el área de administración que se volvió una moda pues se disgregaron por región o plaza, la toma de decisiones. Renovarse o morir es el lema, que se reforzó con el de atención personalizada.
Con la incipiente llegada tecnológica a mediados de los 80, los panoramas volvieron a sufrir una transformación radical que se incrementó con la promoción del posterior uso del Internet, la caída del muro de Berlín en 1988 (abriéndose así un nuevo mercado, el de los países socialistas) y la propagación de redes sociales apoquinadas principalmente en el uso de los celulares, lo cual es una historia muy masticada.
Noticia conocida también es que con la pandemia del coronavirus a su vez se trastornaron las estrategias mercadológicas y las competencias tomaron un equilibrio, pues el uso de la cibernetecnología como terreno de apoyo, fue igual para todas las organizaciones, de tal forma que la fortaleza la tuvieron aquellos entes que contaban con mayor promoción por un lado, y con mejores sistemas de producción, dirección y pronta reacción, por el otro.
Claro está, se abrió una ventana de oportunidad para las organizaciones con mejores procesos internos, sin importar su tamaño. Los que lograron adaptarse sobrevivieron.
El mercado fue tajante e inmisericorde en este tenor. Pero ojo, el fenómeno de salud actual limitó la capacidad de comparación entre organizaciones, pues la medición se volvió inexacta focalizándose en el número de seguidores web y cobijándose las cifras de producción y demás procesos que podían ser visibles o medibles por la competencia.
Hay que recordar que la facilidad para colocar cifras en el Internet para demostrar un falso crecimiento se ha vuelto común en nuestros días. No todo es creíble, pues. Pero ese es otro tema.
Sin embargo, no deja de ser importante buscar la comparación como una atractiva medida de crecimiento. Lo interesante, a su vez, es observar cuántos de los competidores se quedaron en el camino y sí, aprender de ello.
El autor es periodista con más de 35 años de experiencia
LAE, MCO,DAP.Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones
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