La fórmula E=GM

El autor es director general adjunto de EXPRESO.

Frecuentemente observamos en las empresas que el director de la misma se siente tocado por la mano de Dios, dueño absoluto de la verdad, impensable ser cuestionado y mucho menos irreemplazable.

Pero también es común que esas organizaciones tarde o temprano (a veces más temprano que tarde) se vayan a pique por una pobre y mediocre dirección, por no ver, debido a una cegadora miopía, los múltiples retos a los que se enfrentan día a día, a mediano y largo plazo.

¿Quién no se puede resistir a ocupar un puesto directivo? ¡Vaya! Es muy tentador, tener y ejercer poder, pero no se asume con responsabilidad, pies firmes e inteligencia, también vienen las consecuencias, perder la perspectiva y perderse en ese camino.

Ante este panorama y haciendo un análisis, creo fi rmemente en una fórmula infalible E=G*M Pero se preguntarán ¿y esa fórmula qué es o qué signifi ca? Bueno, la explico: El ÉXITO de una empresa es IGUAL o directamente proporcional a la GENTE que la integra y a la MOTIVACIÓN que se genera cuando son tomados en cuenta.

Es simple, un director debe aceptar sus limitantes y contratar especialistas en cada una de las áreas que conforman la organización; de esta forma se fortalece la visión que tiene y se generan diversos enfoques, proyectos, metas, se identifican oportunidades, se detectan amenazas y se logran los objetivos.

Un director debe estar consciente y aceptar con humildad que no son Todólogos, que no siempre tienen la razón, ponerse en manos de aliados para evaluar y tomar las mejores decisiones posibles, ¡claro! Jamás estarán exentas de error.

Este punto se pone interesante, el error, sí, es una posibilidad que el director deberá asumir ya que a final de cuentas es quien tiene la última palabra, ya que una empresa u organización no es una democracia y esto la fórmula no lo contempla, siempre la última palabra o decisión será la del director.

Por ello, muchas veces la desconfi anza, inseguridad o el celo profesional son los peores consejeros, pues niegan la oportunidad de escuchar y dar crédito a otros cuando se busca lo más conveniente para el grupo.

El director no es más que ninguno y nadie es más que el director, todos forman parte del mismo destino de una organización y en la medida en que exista una apertura a nuevas ideas y un reconocimiento a las aptitudes de otros, el éxito es mucho más probable de alcanzar.

En estos tiempos, donde la competencia es muy fuerte, no hay lugar para el director que todo sabe, que todo mueve, que todo desacredita, creyéndose el rey de la organización. El director debe tener claro que las personas que forman parte de la empresa son un diamante en bruto que se pulirán en la medida que se les empodere, se les brinde la oportunidad, sientan la libertad de crear, proponer, producir y sorprender al mundo.

Es ahí donde entra la verdadera función de un director: DIRIGIR, él busca a los mejores músicos, elige el mejor programa musical, se cerciora que los instrumentos estén bien afinados; y de ahí, deja a la orquesta hacer su magia, enamorar al público (entiéndase como clientes internos y externos), que disfruten el concierto y ¿por qué no?

Al final recibir una ovación de pie. Aclaración. Sé que no he descubierto el hilo negro del éxito de las empresas ni tampoco haber inventado esta fórmula, no pretendo robarme crédito alguno y reconozco a quien escribió lo siguiente:

“Contrata a los mejores y déjalos hacer lo que saben. De lo contrario contrata a los más baratos y diles tú qué hacer”. Warren Buffet.

El autor es director general adjunto de EXPRESO.