La invisibilidad: He decidido dejar de verte
Recuerdo con mucha alegría y nostalgia, cuando hace 10 años perdí mi empleo como docente de la Licenciatura en Psicología, en una universidad particular, de esas llamadas 'fufurufas', y todo porque llevé a mis alumnos a un crucero próximo a limpiar parabrisas.
Recuerdo haberles pedido su ropa más vieja y su disposición para hacer cosas nuevas; para ellos, al inicio fue una actividad sin sentido, nos retiraríamos cuando la primera pareja juntara 100 pesos.
La pena, la ansiedad, el enojo y la frustración se veía en sus ojos y lo realmente significativo fue el feedback en el salón de clases.
Después empezaron a hablar de la invisibilidad, ellos, hijos de familias de clase media o incluso de clase alta, se dieron cuenta, cómo desaparecían ante los ojos de los automovilistas quienes les decían NO cuando ellos se acercaban a limpiar su parabrisas; simplemente pasaron de ser personas a ser entes. Algunos expresaron que desde muy pequeños no habían existido para sus padres, sí un teléfono, sí un carro, sí vacaciones, pero nunca un ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿cómo te fue?, simplemente se sintieron invisibles en su propio hogar.
Y es cierto, muchos somos invisibles, muchos somos entes, lamentablemente muchos hemos decidido dejar de ver, dejar de comprometernos con los demás, hemos dejado de reconocer y reconocernos a nosotros mismos, ¿cuántos de nosotros hacemos las cosas por los demás?, no por nosotros mismos, aguantamos trabajos, jefes, matrimonios y noviazgos porque son el único lugar donde nos “sentimos percibidos”.
He platicado con adolescentes que se sienten invisibles en su propio hogar porque sus padres tienen sus propios trabajos, sus propios problemas o problemas entre ellos y se olvidan de sus propios hijos; los maestros nos volvemos invisibles cuando los padres no reconocen nuestro trabajo, cuando los alumnos, no aceptan nuestra guía.
Otra forma de hacer invisibles a los menores es cuando no les pedimos opinión, no para que ellos tomen decisiones, sino porque muchas de nuestras decisiones de adultos les arrancan de su vida conocida y cotidiana.
Invisibles también nuestros abuelos, solos, abandonados, incluso rechazados por las nuevas generaciones, niños a los cuales ya no se les enseñó a saludar y a respetar a sus abuelos, y hoy son sólo extraños.
Invisibles los presos y los libres, así como tú y como yo; invisibles los que se acercan a vender un dulce y ni siquiera les dices que no, simplemente los ignoras; invisibles los recolectores de basura que, hoy en plena pandemia, salen a hacer su trabajo con el mejor ánimo sin cubrebocas y careta.
Invisibles los médicos que te atienden o te mal atienden y que al salir damos gracias a Dios y no al noble Galeno.
Invisibles los inmigrantes y los indígenas, dueños de la tierra y de su cultura milenaria; invisibles los pueblos originarios y los pueblos negros que son nuestra tercera raíz; invisibles sus desaparecidos.
Invisibles nuestras mujeres que se convierten en cocineras, costureras, maestras, nanas, choferes, pero dejaron de ser nuestras parejas; invisibles los hombres de la casa que se convirtieron en una sucursal bancaria.
Invisibles los niños que piden monedas; invisibles las personas alcohólicas y drogadictas; e invisibles las personas con discapacidad por la ignorancia que nos caracteriza.
Invisibles las personas en situación de calle que también tienen o tuvieron familia, amores y sueños como tú y como yo; invisibles también los perritos de la calle que no tienen como expresarnos su hambre, su dolor, su miedo, y que lo único que hay para ellos, en el mejor de los casos, son piedras invisibles.
Pero hay una clase de invisibilidad que yo creo que es la peor de todas, la mía, sí, cuando dejo de verme y dejo de percibirme, cuando veo el espejo y dejo de reconocerme porque tengo años que no sé de mí. ¿Hace cuánto tiempo dejaste de verte? ¿Hace cuánto tiempo dejaste de vivir para ti? ¿Dónde dejaste tus sueños de vivir con poco al lado de una playa con el amor de tu vida? ¿Desde cuándo dejaste de luchar por ti?
Me encantaría leerte.