La mirada de los cacahuates
Al salir de la recámara me sacudió un fuerte olor a pudredumbre.
Con mucha sed y prisa me acerqué al fregadero tratado de contener la respiración y al abrir la llave, salió un delgado y minúsculo chorro de agua, seguramente el filtro estaba tapado.
Cuando por fin pude beber unos sorbos de agua voltee al cesto de la basura, retiré la bolsa, había restos de huevos y pescado en el fondo, la bolsa estaba rota, la saqué al contenedor y justo al abrir la puerta del patio pisé un alto y húmedo cerro de excremento del rey cuadrúpedo de la casa: Jonás.
Apenas habían transcurrido los primeros 30 minutos del día.
Tomé las llaves del carro, salí de prisa por un ingrediente faltante y para mi buena suerte sólo había producto congelado, en calidad de piedra; regresé preocupado, pensando cómo le haría para descongelarlo en menos de 10 minutos e iniciar con la preparación de un platillo que tenía hora de entrega.
Camino a casa pensaba en el asqueroso bote de basura, las cacas de Jonás, descongelar la carne y qué me depararía el resto del día.
Apenas apagaba mi carro justo frente a la entrada de mi casa y vi cómo un vehículo compacto de vidrios oscuros se estacionó justo detrás de mi cochera
¡Y ahora qué!
Bajó una mujer, gritó mi nombre y se apresuró para alcanzarme antes de que entrara a casa.
-Soy Yuli, te traemos una muestra del producto que te comentamos por Instagram.
En ese momento se abrió la puerta del copiloto y apareció un joven.
- Hola Juan Ángel, te traigo los cacahuates, son tres versiones diferentes más una salsa.
Me acerqué y extendí el puño para saludar, respetando la nueva normalidad, el joven continuó explicando y no atendió mi saludo, dejé el brazo extendido, tal como sucede cuando das la paz en misa y te dejan con la mano abierta; Yuli interrumpió
- Perdón Juan Ángel, se me pasó decirte que Julio es ciego.
Julio hizo una pausa
-Ah, me estabas saludando, y levantó el puño.
Inmediatamente continuó la explicación sin dejar de sonreír un solo instante, describía cada bolsa de cacahuates y me las pasaba con la misma emoción de un padre que presenta al recién nacido.
Julio estaba escrupulosamente bien vestido, rasurado, portaba lentes oscuros y su cabello no tenía un solo desperfecto.
Yo estaba impávido. Julio me agradeció la oportunidad de mostrarme el producto y con la cara repleta de alegría y emoción se despidió.
-Yuli me pasó tu celular, te mandaré un Whatsapp y registras mi número para que me digas qué te parecieron los cacahuates.
Me inundó un sentimiento de vergüenza y coraje, entré a mi casa, vi el cesto de basura, miré el fregadero y observé la sandalia manchada de excremento, mientras acomodaba los cacahuates en la alacena.
Julio tiene 32 años, a los 25 se le desprendió la retina y quedó ciego en un lapso de 9 meses mientras trabajaba en un banco, después de un proceso de adaptación se reintegró a la vida laboral en el área de vinculación de un colegio privado, 5 años más tarde renunció, en medio de esta pandemia; para darle vida a su nuevo bebé: “Ajo & Mani” una botana a base de cacahuates.
Hoy es el encargado de administrar, comprar insumos y también lleva el producto al domicilio de los interesados.
Levante la mano si también necesitas la mirada de eso cacahuates botaneros para darte cuenta de la irrelevancia de tus problemas y preocupaciones.
El autor es Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.
@chefjuanangel