“La prueba es encontrar tu valor”
La noche llegó. Meredith tomó un tarro de agua miel, justo como lo había decidido. Repasó sus argumentos: “Soy solo un campesino”, “No sé nada de magia”, “Nunca he salido de la
aldea”, “Solo quiero ser feliz...”.
Esto mismo se repetía una y otra vez, sentado en la mesa de madera al centro de la humilde choza que su familia tenía por hogar. No se dio cuenta de lo que pasó después, porque el sueño
se apoderó de su voluntad y más pronto de lo que lo esperaba se encontró con Merlín.
— Debes saber algo, dijo Merlín. Así verás que aceptar o no tu misión no es una elección, sino algo para la que has nacido.
— ¡Tengo mi propia vida! Respondió Meredith.
— Eso es verdad. Dijo Merlín. Lo que no puedes hacer es abandonar a quienes amas.
— ¡Pero si eso es lo que me estás pidiendo que haga! Que deje la aldea y cumpla una misión para la que no estoy listo.
— No es lo mismo, dijo Merlín. Una cosa es que dejes la aldea y otra que los abandones.
— ¡No entiendo por qué habría de ser así!
— Es sencillo Meredith. Porque si no lo haces, Godric el oscuro hechicero encontrará la llave para acceder al secreto. Al no tener un sucesor no podré detenerlo y él desaparecerá todo lo que
amas. No tienes opción.
— ¡Jamás pedí nada de esto!
— En este momento no puedes juzgarlo Meredith.
Como primera prueba, debes encontrar el valor que existe en ti para cumplir con la misión; tu valor como persona, con todas tus virtudes y defectos. ¡Busca dentro de tu corazón y encuentra las
respuestas que necesitas! Dicho esto, Merlín se marchó.
Meredith se despertó temprano. Sabía que no ha- bía sido solo un sueño, debía completar la prueba. “Tal vez tenga una misión que cumplir”.
“Quizá haya sido elegido porque soy solo un campesino que no sabe nada de magia, sin habilidades, sin conocimiento del mundo, sin nada”. “Solo amo a mi familia, tengo a mis amigos
y amo a Leonilde”. “No sé nada más, no tengo nada más. Pero por ellos estoy dispuesto a todo”.
Es así como Meredith aceptó su destino. Esa mañana habló con sus padres, con su hermano y con sus amigos y dejó su Aldea. No habló con Leonilde, porque no fue capaz. Le faltaron fuerzas para hacerlo. Solo tomó un pequeño bolso en donde echó una hogaza de pan, un poco de vino y carne de ciervo curtida en sal. Dormiría en el campo. No sabía qué ruta seguir, porque Merlín
no se lo dijo. Solo saldría de su aldea y se aventuraría.
Todos enfrentamos diariamente la prueba del valor. Al igual que Meredith no nos consideramos dignos para las metas, sueños y objetivos que queremos alcanzar, porque difícilmente estamos siempre preparados para las oportunidades que la vida pone delante de nosotros: nadie nace sabiendo ser esposa o esposo, padre o madre o empresario.
Debemos tomar la decisión y encontrar el valor que todos tenemos como seres humanos capaces de crear nuestras vidas, de darle forma a nuestros sueños y hacerlos realidad.
El autor es Papá, Escritor, Conferencista, Consultor, Podcaster
Instagram: @MarioCoronaOficial