Los policías no son los malos
Los policías no son los malos ni los culpables de todo absolutamente.
Los gobiernos que van y vienen y que no se toman en serio su formación, que no les importa que sepan poco o nada de derechos humanos, que detectan que tienen normalizada esta idea impensable de que la tortura es una práctica válida y necesaria para cumplir con su labor, y no toman cartas en el asunto para corregir esa falla colosal en su formación, como garantes de derechos humanos, sí, porque a final de cuentas, “la Policía” es eso precisamente, garante del derecho a la integridad física, a la seguridad de las personas, entre otros derechos; son los responsables de esa percepción tan negativa hacia nuestra Policía.
La sociedad culpa a la Policía casi siempre, cuando en realidad el problema es de fondo, y ellos(as) son apenas el último eslabón, pero finalmente quienes dan la cara a la ciudadanía.
Muchos de ellos(as) no tuvieron si quiera, acceso a una educación básica de calidad, para empezar.
Pero, más serio todavía, ¿cómo es que las autoridades se atreven a permitir que personas con ideas equivocadas de derechos humanos, salgan a la calle, a sabiendas de las atrocidades que pueden cometer debido a las facultadas extraordinarias que tendrán, como el uso de la fuerza y las armas de fuego?
Si tomamos en cuenta la precaria formación policial, específicamente en derechos humanos, que se imparte en el país, podemos entonces comprender el origen, la raíz de la arbitrariedad con la que actúa la Policía.
Es lógico entonces, que nuestro país tenga sentencias internacionales por violaciones graves a derechos humanos cometidas por policías, como el caso más reciente:
“Mujeres víctimas de tortura sexual en Atenco” de 2018.
Debemos entender que el problema es de fondo, es de formación, y sobre todo que no podemos permitirnos que esto continúe siendo una constante, un problema más que hunda al país ahora y en el futuro.
Hay quienes son responsables de seleccionar y formar a policías y hay también autoridades de mayor rango que son quienes a final de cuentas dan las órdenes.
Todos y cada uno de ellos(as) tendrían que tener muy claro que la política pública en nuestro país exige un enfoque de derechos humanos, y que esto implica formar a policías, por ejemplo, que puedan actuar con una perspectiva de género, conscientes de la dignidad humana de las personas, esto nos ahorraría vergüenzas internacionales a causa de policías violando sexualmente a mujeres, obligándolas a tener sexo oral, torturando en todos los rincones del país a presuntos delincuentes, creyendo que eso es justo y correcto, pensando que las mujeres que protestan por los feminicidios y rayan monumentos están exagerando.
La culpa no es de los policías, de verdad, ellos(as) no son los malos de este cuento, si profundizamos, el problema radica en quien los forma de manera inadecuada.
He tenido en frente a cientos de jóvenes, hombres y mujeres, tomando la valiente decisión de poner en riesgo su propia vida, con tal de cambiar la realidad del país, que han decidido ser policías, a sabiendas de lo que les espera.
Si ya tenemos a gente valiente, dando ese paso que no cualquiera se atrevería a dar, exijamos consecuentemente una formación de calidad para que nuestros cuerpos policiacos sean los mejores del país y por qué no, del mundo.
En tanto la formación no sea una prioridad y los derechos humanos no se enseñen debidamente, no podremos esperar otra cosa más que abusos y más abusos hacia la ciudadanía por parte de policías que no son malos, más bien, los hicieron malos y los dejaron salir a la calle, así, de manera irresponsable.
La autora es Especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.