Niñez y sus asuntos
El candidato demócrata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Joe Biden, evidenció y culpó en fecha reciente a Donald Trump respecto a más de 500 niñas y niños separados de sus padres migrantes, calificando de “criminal” su política.
Evidentemente se trata de una violación brutal a los derechos de estos niños y niñas, pero también el caso da cuenta de la dura realidad a la que se enfrenta la niñez en estos tiempos.
Niñas, niños y adolescentes no están siendo tratados como sujetos de derecho como debería de ser.
Y es que las NNA no nada más son víctimas de políticas migratorias, son también víctimas de abuso sexual, de explotación sexual y comercial, de pornografía infantil, maltrato, discriminación, de la utilización del castigo corporal como una forma perversa de querer educarles; son y siguen siendo utilizados en conflictos armados y reclutados por el crimen organizado.
Pero en lugar de estar viendo cómo los gobiernos del mundo ajustan y adecuan los procedimientos para que en todos los asuntos que afectan la vida de este grupo de la población, ellos y ellas puedan participar y su opinión ser tomada en cuenta, incluso desde la planeación de la política pública que surge del aparato gubernamental, porque lo más lógico, lo más básico sería preguntarles ¿cómo viven sus derechos?, conocer su perspectiva; en cambio, y a pesar de dos guerras mundiales, diversos conflictos armados, la violencia exacerbada que se vive en México como en otros tantos países, de una Declaración de los Derechos del Niño y una Convención sobre los Derechos del Niño; en pleno siglo XXl, las niñas, niños y adolescentes siguen siendo tratados como objetos y no como personas con derechos.
La Convención incorporó una nueva perspectiva de la infancia: NNA ya no se consideran propiedad de sus padres ni beneficiarios indefensos de obras de caridad; son seres humanos y titulares de sus propios derechos.
Pero sucede que el pensamiento adultocéntrico, ese que valora a las personas hasta que son mayores de edad, que privilegia todo lo relacionado con el mundo adulto y subestima la capacidad de las niñas, niños y adolescentes, es el que predomina en la sociedad, en las propias familias, en los gobiernos, en la clase política, en quienes se encargan de elaborar las políticas públicas y de asignar los presupuestos, en quienes toman las decisiones que marcan el rumbo a los países, y eso es quizás y precisamente el principal obstáculo para que sus derechos sean respetados.
Urge, que al menos desde la clase política aparezcan liderazgos interesados en incorporar a sus agendas, a sus propuestas, a sus discursos, los asuntos que afectan a la niñez, que son muchos y muy serios.
Las niñas, niños y adolescentes no son objeto de caridad, son personas en desarrollo con derechos, por tanto, lo más sensato sería ver a candidatos y candidatas escuchando sus preocupaciones, tomando sus asuntos como problemas de la esfera pública, hablando de ellos y de cómo los van a atender, especialmente en estos tiempos de pandemia, en donde han sido de los grupos más afectados respecto a sus derechos.
La autora es Especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.