Nuestro viaje en embarcaciones distintas
Nos encontramos frente a un virus que nos obliga a replantearnos la existencia de manera constante.
Un caso, una ciudad, un país, y así sucesivamente hasta resultar en una pandemia.
Vino a posponer y eliminar planes, sueños, relaciones, incluso la sobrevivencia per se.
Los distintos medios de comunicación a nuestro alcance nos bombardean de noticias: falsas algunas y otras que dicen la verdad a medias; todo con el fin de evitar el pánico o, por el contrario, fomentarlo.
Las teorías conspiracionales para explicar lo que vivimos se hacen más presentes que nunca, como que es “una guerra contra el ser humano” o que simplemente “el virus no existe”, al igual que como sucede con la religión, algunos basan y justifican sus paradigmas y encuentran “respuestas” en la figura de un Dios punitivo, al que endosan el origen de este mal ya que a su ver, busca “castigarnos” por lo que le hemos hecho al planeta en el que vivimos, y por otro lado se busca el regocijo y refugio en él mismo para la supuesta salvación.
Por otro lado, ambivalente, la perspectiva científica como la mejor aliada y los profesionales de la salud como nuestros representantes, mientras aquellos en cargos políticos son cuestionados por unos y vitoreados por otros.
Podríamos pensar que por fin nos entendemos porque compartimos la misma situación a nivel mundial, sin embargo, no es así.
Para algunos esta situación la definen o conceptualizan como un tiempo para la reflexión y reconexión consigo mismos; para otros, esto es una crisis sumamente agobiante.
Algunas personas lo definen como el tiempo que necesitaban de descanso y aun sin salir de casa se siente como si fueran vacaciones; en situación dimetral habrá quienes lo consideren, una tortura y una constante angustia por sobrellevar las deudas y comprar lo indispensable para sobrevivir, desde su definición de aquello que es imprescindible.
Unos exigen que se cumpla la cuarentena desde la comodidad de su hogar; otros no tienen ni siquiera la opción de resguardarse en una casa ya no digamos hogar.
Unos ven las noticias y rezan; otros se encuentran preocupados por sus seres queridos en un hospital, o incluso con cicatrices que sanar.
Misma pandemia, diferentes situaciones; y aunque la enfermedad no distingue niveles socioeconómicos, religión o género, vemos que hay unos que resultan con más suerte que otros y que su asimilación de las consecuencias se viven y se asimilan con un mejor manejo de inteligencia emocional.
Ahora que somos forzados a estar encerrados y nuestra única manera de contacto es a partir de la tecnología nos vemos obligados, así mismo, a un momento de introspección, de convivencia con uno mismo; también estamos viviendo un encierro interno, que se percibe sumamente angustiante, tajante e interminable.
Sin embargo, hay muchas personas que no se dan el tiempo de realmente ver cómo la están pasando, pueden estar atentos a las noticias, trabajo, entretenimiento y diferentes maneras de matar el tiempo, pero es común que no se haga ese trabajo interno de conectar consigo mismos.
¿Qué hay en la mente que es tan temido y se prefiere evitar?
Definitivamente, nos parezca o no, todos en este planeta nos encontramos en éste vasto océano de incertidumbre, ansiedad o miedo, cada quien cuenta con herramientas y habilidades para enfrentar la tempestad y la cordura ante la abrumadora soledad, es decisión de cada uno cómo mantenerse sanos y salvos en el viaje al puerto que presenta la nueva realidad; si la fuerza y la determinación dejan de ser suficientes, no es sinónimo de debilidad el solicitar apoyo profesional, por el contrario, es señal de valentía y coraje.
La autora es Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana CDMX.
Actualmente cursando Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica en Sociedad Psicoanalítica de México CDMX.
Cargo: Psicoterapia Psicoanalítica (modalidad en línea disponible)
Contacto: nicoledelrincon@gmail.com