Suárez: El transgresor de medios
En 1986 irrumpió en horario estelar y en el principal canal de televisión nacional (2 de Televisa), el programa “¿Qué nos pasa?”, dirigido y protagonizado por el actor Héctor Suárez.
La serie televisiva se componía de sketches con personajes que hacían alusión a la crítica social y a las autoridades.
Le quedaba poco al sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) y la estrategia de Emilio Azcárraga Milmo, aprovechando su mejor momento como presidente de Televisa, fue impulsar el proyecto de Suárez, con quien llevaba una añeja relación amor-odio. en el terreno profesional.
Las reacciones de “¿Qué nos pasa?” no se hicieron esperar.
El público aceptó de inmediato a los personajes como “El Flánagan”, “Doña Zoyla” y el “No hay”.
Por otro lado, las autoridades y directivos de otros medios, señalaban al programa, como un desafío a la autoridad y que podía influir en un “despertar” de conciencias entre el público televidente.
No les convenía que se transmitieran contenidos de ese tipo.
Héctor Suárez siempre luchó contra la ineptitud de quienes estaban en puestos clave en los medios de comunicación.
Aunque contaba con el espaldarazo de gente muy importante, siempre batalló para enfrentar esas barreras de gente que veía amenazados sus intereses ante los proyectos de Suárez.
Los venció.
En una ocasión, durante un programa nocturno de Verónica Castro, Héctor Suárez hizo una alusión al presidente Carlos Salinas de Gortari.
En el momento del sketch, no pasó nada, pero después fue botado por un inepto directivo de Televisa.
El destino llevó a Héctor Suárez hasta la oficina presidencial y al poco tiempo, ya tenía su programa en la otrora televisora estatal y nacional, Canal 13; “O es por aquí, o es por allá”, parecía decir el actor. Su influencia era de un peso que ni él mismo llegó a imaginar.
Héctor Suárez fue un ser aguerrido porque odiaba la injusticia y la ineptitud, algo que predomina en todo nuestro país y el medio del espectáculo no escapa a ello.
No rechazó las nuevas tecnologías y formas de comunicación, se adaptó rápido a las redes sociales y a lo que venía.
Suárez se salvó del retroceso mental que viven los medios convencionales, descartó contratos de exclusividad leoninos y luchó para consolidar sus proyectos, donde y cuando fuese posible.
Suárez nos enseñó que no era malo enfrentar, señalar, discutir, debatir y acusar.
Sabía que nuestra idiosincracia mexicana es la sumisión y el servilismo.
Abrió mentes y sobre todo, no se dejó nunca hasta el día de su muerte.
Nos hacen falta más gente como él con una personalidad transgeneracional que serviría de mucho, en un entorno de generaciones débiles de criterio, como el que predomina en la actualidad.
El autor es productor de radio y televisión.