Subirse a un taxi
Es pleno mediodía, aún no estoy lista. Ya me recogí el cabello, pero no alcanzo a maquillarme. Esta vez pedí un Uber para ahorrarme el lío de no encontrar estacionamiento en el lugar al que debo ir. La cita es a las 10:00, se trata del primer informe de gobierno del alcalde de Toluca, la capital del Estado de México, en donde ahora radico.
Les cuento, Toluca es una ciudad capital de la República Mexicana, muy cerca de la Ciudad de México, en donde las rosas son extremadamente bonitas y baratas, las venden por docena en menos de 100 pesos, esto, porque aquí es en donde se lidera a nivel nacional el mercado de la producción de flores.
Sin embargo, aquí mismo, en el Estado de México, es en donde se han cometido y cometen, los más atroces feminicidios del país. Por eso, mientras estoy a punto de salir de casa,
de pronto me siento inquieta, pero decido continuar y cierro la puerta principal. El chófer me espera, verifico que las placas coincidan con las que me muestra la aplicación en el celular y subo al vehículo.
Apenas transcurren algunos minutos y escucho cómo se cierran las puertas del auto y la verdad me siento nerviosa. Los eventos políticos siempre se retrasan, de cualquier manera, es mejor llegar a tiempo.
Me empiezo a maquillar. Me fijo en la complexión del chófer, pienso en cómo y cuánto tiempo me tomaría escapar del auto si de pronto me sintiera en peligro.
De pronto el hombre saca el tema de Karen, se refiere al caso reciente que se divulgó en redes sociales, cuando el hashtag #TeBuscamosKaren se volvió tendencia nacional. El chófer, le calculo, de unos 60 años, se refiere al suceso como algo indignante y frunce el ceño, como si el hecho de que Karen apareciera con vida, en un bar y con un hombre, fuera la peor parte de la historia.
Le alego que lo terrible hubiera sido que Karen hubiera aparecido muerta, maniatada y con signos de tortura en una cajuela o un barranco, ¿no? Justo como apareció esos días
Cinthia. El chófer insiste en que todo México se preocupó por ella y la culpa como si fuera juez.
Le comento que fue su hermano quien pidió solidaridad en redes sociales para encontrarla, lo cual no estuvo nada mal, considerando que a diario nos enteramos de personas que desaparecen, así nomás. Le explico, que por lo general las niñas y mujeres que desaparecen y luego son encontradas muertas, tienen en sus cuerpos signos de tortura o violencia sexual. El chófer asienta con la cabeza, dando signos de compasión.
Entonces me comenta que la inseguridad es terrible y que él todos los días se encomienda a Dios, pidiéndole que le toquen personas buenas. Le digo, ¿sabe? Yo creo que somos más las personas buenas, ¿no? Los dos estamos de acuerdo con esto último.
Percibo bondad de su parte, pero no bajo la guardia. Los asesinos son muchas veces simpáticos, personas carismáticas. Estamos ya a punto de llegar al lugar del informe de gobierno. Me ha platicado de su esposa e hijos, de su matrimonio. Hemos llegado a mi destino, le agradezco la amabilidad y me bajo a la calle. En ese momento, siento un alivio enorme.
Por supuesto que me angustia pensar en que mi vida puede terminar siendo parte de las estadísticas, un caso más. Soy mujer, tengo 34 años, dos niños pequeños, muchos proyectos por realizar, sueños, amo la vida, pero Cinthya Gabriela Moreno Hernández, también era mamá y mucho más joven, tenía apenas 25 años. A ella la reportaron desaparecida el 30 de noviembre pasado, la
última vez que la vieron fue cuando se subió a un taxi un sábado y hace unos días su mamá no se separaba de su cuerpo en su sepelio, gritando desconsolada por justicia.
De acuerdo con el principio de progresividad de los derechos humanos, debemos necesariamente avanzar, lograr una mayor y mejor protección de cada uno de los derechos. Es decir, debemos dar pasos hacia adelante y no lo contrario.
Si hoy vivieran feministas como Olympe de Gouges que murió en la guillotina por reclamar los mismos derechos del hombre para la mujer en su célebre “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” de 1791, quizás se alegraría al ver que algunas gozamos de ciertos derechos, pero debemos reconocernos privilegiadas; la mayoría, puede ser encontrada muerta en un taxi como Cinthya, o ser juzgada por aparecer viva, en un bar, y con un hombre como Karen. Otras, vivimos con acceso a más derechos quizás, pero con el temor a cuestas y esto, no debe de ser.
La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.