Un año de pandemia

El autor es director de Humanidades y Educación en el Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

La realidad del coronavirus ha venido a trastocar las vidas de millones de personas en el mundo y en nuestro país. Es indudable que hay un antes y después a raíz de esta nueva pandemia, no sólo en la dimensión sanitaria y económica sino también en lo familiar, laboral, social y político. La vida nos trae un desafío tras otro.

Todos sufrimos adversidades, generalmente en silencio. La mayoría de las personas se enfrentan con valentía a sus problemas y se esfuerzan por seguir con la esperanza de que el futuro será  mejor.

¿Qué podemos hacer para resolver los retos que nos cuestionan y los problemas más complicados? ¿Adoptamos el papel de víctimas y esperamos a que alguien venga a rescatarnos? ¿Llevamos el pensamiento positivo al extremo y nos sumergimos en una agradable negación de la realidad?

Se dice que Albert Einstein afirmó una vez: “No podemos resolver los problemas importantes a los que nos enfrentamos desde el mismo nivel de pensamiento que los ha creado”.

Por eso frente a ciertos problemas como el coronavirus hay que preguntarnos: ¿qué es lo peor que me puede pasar? Ya que con mucha frecuencia exageramos las cosas fuera de toda proporción. En la generalidad de los casos, lo peor que puede pasar es sin duda muy grave, pero no es el fin del mundo.

La próxima pregunta que podemos hacernos es: ¿me lo estoy tomando demasiado en serio? Eso se debe a que tomamos las cosas demasiado en serio. Nos imaginamos que todo el mundo nos mira

y que están a nuestro pendiente, pero no es así.

Otra pregunta es: ¿qué estoy aprendiendo de los conflictos difíciles? Si miramos al pasado, por lo general aprendemos de las épocas difíciles. Lo complicado es ser lo bastante serenos, equilibrados y conscientes como para aprender mientras sufrimos. La gente inteligente y feliz tiende a considerar las épocas difíciles como valiosas experiencias.

Mantienen la frente  en alto, no dejan de sonreír, saben que las cosas mejorarán y que cuando salgan de la prueba por la que están pasando, serán mejores seres humanos.

De ahí la importancia de ir preparando a nuestros hijos para las diversas experiencias de conflicto que tendrán a lo largo de sus vidas. Una característica de las personas triunfadoras no es el camino de rosas que ha tenido sino la manera como han interpretado las diversas situaciones límite que han vivido y el cómo han generado acciones para salir avante ante los problemas.

Un área de oportunidad de muchos padres y madres de familia de nuestros días es que evitan que sus hijos experimenten diversos tipos de sufrimientos y conflictos. Afirman que no quieren que sus hijos “sufran” lo que ellos sufrieron de niños. Sin embargo, lo único que generará en los hijos un crecimiento integral será aquello que implique esfuerzo, tesón, responsabilidad y trabajo.

Continuemos generando acciones de prevención frente a esta contingencia.

El autor es director de Humanidades y Educación en el Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

@rafaelroblesf