Zonas Económicas, oportunidad perdida
México tiene un enorme potencial, pero también enfrenta grandes retos.
Uno de los mayores desafíos es la desigualdad entre sus distintas regiones, al grado de que se habla de distintos Méxicos.
En respuesta, durante el sexenio de Peña Nieto se crearon las Zonas Económicas Especiales (ZEE).
Áreas ubicadas en sitios del país con ventajas naturales y logísticas propicios para convertirlas en regiones altamente productivas.
Su objetivo era detonar la economía regional para benefi ciar a sus habitantes con desarrollo y bienestar.
Algunas entidades beneficiadas eran Michoacán, Guerrero, Veracruz, Oaxaca y Chiapas.
En una decisión equivocada, el pasado 19 de noviembre se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto para su cancelación.
Para los habitantes de estas regiones, esto significa menores posibilidades para la atracción de inversión, menor generación de empleo, menor desarrollo de cadenas de valor, menor demanda de servicios locales, etcétera.
Las ZEE son parte de la misma economía nacional y que al cancelar perdemos todos.
La cancelación desafía la razón ya que se dejarán de recibir 42 mil millones de dólares en inversión directa de largo plazo.
En un país cuyo crecimiento está en 0%, y ante un escenario 2020 que augura una desaceleración económica global, la noticia no puede ser más mala.
El Gobierno de la República justifica que las ZEE desaparecerían porque no cumplieron con la función para la que fueron creadas.
Sin embargo, la federación debe entender que el tema del desarrollo económico es un esfuerzo de largo aliento.
Claramente, esta decisión pone en evidencia la obsesión por desmantelar cualquier herencia del pasado independientemente de sus virtudes.
La idea de un Gobierno promotor del desarrollo social de la mano de un crecimiento económico queda cada vez más lejano.
Las expectativas del Presidente son irreales.
El esperar que proyectos del tamaño y ambición de las ZEE tengan resultados inmediatos se aleja de la realidad.
Los resultados se deben de esperar en el mediano y largo plazo, pero se requiere de un gran impulso por parte de la Federación para que esto sea una realidad.
De manera preocupante, la apuesta de la actual administración para el desarrollo regional depende de proyectos con una viabilidad técnica y financiera claramente cuestionables como el tren maya, la refinería de dos bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
No se debe gobernar con ocurrencias, mediante la improvisación o basado en buenos deseos.
El Ejecutivo debe de entender que, no todo en el pasado estuvo mal y que no todo en el presente está bien.
Escuchar al pueblo no es incompatible con tomar decisiones con base en la opinión de especialistas técnicos y financieros.
Esperemos que no sea demasiado tarde para hacer este cambio.