¿La IA es una amenaza para los traductores literarios?

Arturo Vázquez Barrón, destacado traductor literario y exlíder de Ametli, aborda el impacto de la inteligencia artificial en su gremio.

Si el teólogo Eusebio Hierónimo, más conocido como san Jerónimo y considerado el padre de los traductores, hubiese accedido en el siglo IV a Google Traductor, GPT o Deepl.com, ¿se habría demorado 25 años en traducir al latín, su lengua natal, la Biblia hebrea? 

De seguro no, pero ¿Qué de la soltura de la gramática, el dominio de la sintaxis y del vocabulario en ambos idiomas, el original y el de destino, para no hablar del contexto histórico para transmitir el significado y los matices de las Sagradas Escrituras? 

A 16 siglos de distancia, la pregunta es más válida que nunca cuando el empleo de millares de traductores y traductoras en el mundo está en riesgo laboral ante la irrupción de la Inteligencia artificial (IA) como estadio superior de la computación. 

La amenaza recaería en especial en los traductores literarios (novela, cuento, poesía), porque desde hace tiempo se recurre a softwares para convertir grandes volúmenes de contenidos escolares, guías o textos técnicos, menos exquisitos que un poema de Mallarmé, tan hermético como repleto de simbolismos. 

Por su celeridad, eficacia y bajo costo, ¿acabará la IA con los traductores? ¿Es su aliada o su enemiga? De esto nos habla Arturo Vázquez Barrón, fundador y uno de los pilares de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli, ametli.org), profesor de traducción literaria y unos de los traductores más reconocidos de México.  

Pregunta: Desde las primeras traducciones hechas por los sumerios en tablillas de arcilla, allá por el año 2500 a.C., la labor de traducir ha consistido esencialmente en acercar y enriquecer las culturas. Traducir, del latín 'traductio' significa “pasar de un punto a otro”; en este caso, pasar un texto escrito de una lengua a otra. 

¿Qué diferencia hay entre los programas de traducción conocidos hasta hoy y la nueva IA generativa? ¿Supone la IA una revolución en el oficio y el arte de traducir, cuyo peligro mayor sería convertir a los traductores en meros 'correctores de estilo' de las versiones que resulten de este artificio? 

Respuesta: Los programas pioneros de traducción automática han quedado ampliamente superados en la actualidad. La IA generativa ha dado pasos muy importantes en el mejoramiento de las 'capacidades' de estas herramientas. Lo más notable es que no solo han tenido mejoras importantes en la optimización de tiempos, lo cual en muy importante para algunos sectores profesionales en los que se requiere traducir grandes cantidades de texto, también han mejorado enormidades en lo que se refiere a la calidad de los textos traducidos. 

Estos procesos automáticos, sin embargo, siguen requiriendo, para que sean por completo confiables, la revisión humana. No existen por el momento procesos automatizados de traducción que sean capaces de autorrevisarse, de ejercer sobre el texto traducido esa mirada crítica y completa del revisor humano, que resulta relevante incluso en textos que no plantean desafíos estéticos particulares sino puramente informativos. En el caso de la literatura, estos programas siguen siendo incapaces de poder lograr traducciones adecuadas. Con esto me refiero a que un buen traductor humano es capaz de detectar en el texto de partida todo aquello que no logra 'ver' el algoritmo. La traducción de literatura no es solo un proceso de trasvase de palabras. Exige recursos y competencias asociadas con lo sensible. Somos seres sensibles, y los programas están a años luz de poder convertirse en entidades de este tipo. No digo que no vaya a ser posible, solo establezco que, por lo pronto, tal proeza tecnológica aún no existe.  

P: Entiendo que Ametli, a la que comandaste por años y que ahora dirige la promotora de literaturas escandinavas, Alejandra Olvera, es parte de las asociaciones que en América Latina y otras partes se han inconformado con el anuncio de emporios editoriales como Planeta o Penguin Random House de sumarse a la IA a costa de arrojar al desempleo a traductores, dibujantes, editores y diseñadores. ¿Qué plantea Ametli al respecto?

R: Ametli es parte de la Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria (alitral) y apoya, por una cuestión de principios, las iniciativas encaminadas a la regulación del uso de la IA generativa y que han ido surgiendo en los últimos meses. Esto resulta lógico ante los riesgos que para nuestros derechos autorales representan este tipo de programas, que han tenido un crecimiento exponencial, sobre todo en cuanto a su uso, tanto por parte de quienes los diseñan como de quienes los utilizan con fines profesionales. Este es el caso que mencionas de los grandes consorcios editoriales, que en busca no de mejor calidad, pero sí de gigantescos 'ahorros', han decidido entrar de lleno al uso y hasta al abuso de la IA generativa. Yo soy miembro de Ametli y me da mucho gusto que mi asociación se preocupe por defender mis derechos y se adhiera a este tipo de iniciativas de defensoría gremial. 

P: ¿Cómo concilia Ametli la nueva realidad tecnológica con la necesidad de formar en los cursos que brinda en colaboración con la UNAM, traductores expertos y orientados al mercado de la edición en general, libros, prensa, soportes electrónicos y revistas especializadas y de divulgación, cuando también las universidades están incorporando la IA en sus carreras? Decía Darwin que la clave de la supervivencia de una especie no está en su fuerza sino en su capacidad de adaptación... 

R: Han crecido mucho los programas de formación, ofrecidos sobre todo por las universidades, que apuestan al uso de la IA a fin de mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Me parece que han resultado de gran ayuda en el ámbito técnico. Pero en el caso de la formación en traducción literaria, no existen todavía avances significativos. Como acabo de mencionar, la IA es una excelente herramienta para optimizar algunos aspectos operativos del proceso, al permitir disponer de una cantidad de información casi infinita en segundos. Pero hasta ahí. El fenómeno literario, en su absoluta complejidad, sigue resultando inasible para el algoritmo. Insisto, solo el traductor humano posee hoy discernimiento complejo frente a los fenómenos estéticos y sensoriales que plantea el texto literario, en el que no solo hay lengua sino vivencia del mundo. El arte es producto de nuestra capacidad creativa, pero el algoritmo en su momento actual está lejísimos de poder crear. Solo actúa bajo pedido y en función de una serie de indicaciones precisas. Pero no decide nada. No es volitivo, como sí lo es el traductor humano.    

P: ¿Existe el riesgo, por ejemplo, de que se dejen de estudiar las lenguas extranjeras cuando el acceso a ellas se volverá un proceso cada vez más inmediato y superficial?

R: No por lo pronto, justo por lo que acabo de mencionar. El ser humano es el único ser vivo que posee lenguaje, es decir, la capacidad de aprender lenguas. Dejar de aprender lenguas nos deshumanizaría de la manera más contundente... y atroz. La IA seguro va a tener incidencia en lo operativo de los procesos, como hasta hoy, pero no avizoro grandes cambios en nuestra naturaleza profunda. En verdad no imagino como posible un mundo en el que los seres humanos dejen de tener interés por aprender nuevas lenguas. 

P: Más que pregunta es un comentario. Si la gente reparara en que la mayoría de las grandes obras que ha leído a lo largo de su vida son traducciones, Julio Verne, Homero, Platón, Buda, Kafka, Shakespeare, Salgari, Dostoiewski, Agatha Christie –a menos que todos fuéramos políglotas–, se podría aquilatar mejor el papel del traductor en la sociedad. También los autores estarían aislados. Como dijo el Nobel de Literatura portugués, José Saramago, “sin los traductores, los escritores no seríamos nada, estaríamos condenados a vivir encerrados en nuestra lengua".

R: Esto tiene que ver, me parece, con la condena a la invisibilidad que hemos sufrido los traductores. Y lo menciono como 'condena' porque la idea de que el traductor, para ser 'bueno', tiene que ser invisible, no darse a notar, es la que nos ha mantenido rezagados en nuestra lucha gremial por el reconocimiento. A esto se debe que mucha gente siga pensando que una traducción debe leerse como si fuera un original, como si el texto se hubiera redactado originalmente en la lengua de llegada. Esto ha tenido repercusiones de todo tipo para nuestro gremio, desde hace mucho tiempo, porque en efecto, la gente no repara en que el gigantesco edificio de la literatura mundial se ha construido con traducciones. Hemos peleado mucho, y lo seguiremos haciendo, para revertir esta manera de pensar la traducción. 

P: Has dedicado tu vida a la defensa de los derechos de las y los traductores, no solo en términos profesionales sino también económicos y legales. ¿Qué tan avanzada está la legislación en México en cuanto a los derechos del gremio? 

R: Apenas en agosto de este año se dio a conocer el Reglamento de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, que ha venido a ser la primera norma jurídica del mundo sobre IA. Este reglamento se plantea algo primordial, a mi parecer, que es garantizar que todos los programas de IA generativa sean seguros, éticos y fiables. El uso tiene que legislarse, de manera que no se pierda de vista que lo central en todo este debate sigue siendo el ser humano. 

Trabajo digno y respeto de los derechos de autor para quienes somos los legítimos detentores de los derechos morales y patrimoniales de las obras que producimos. Este reglamento se limita al ámbito europeo, y ni en México ni en el resto de América Latina existe nada igual todavía. Sería muy importante que surgieran aquí iniciativas análogas.