Basta de show, mejor regresen el avión a EU
La nueva ocurrencia de Andrés Manuel López Obrador de querer rifar el avión presidencial le ha traído una andanada de críticas, aunque también la propuesta ha sido festejada y seguida por buena parte del pueblo mexicano.
El tema de las rifas le llega fuerte a los mexicanos acostumbrados a vivir desde muy pequeños con la ilusión de ganarse en algún momento el premio mayor de la Lotería Nacional.
Aunque compro “cachitos” en pocas ocasiones, confieso que también he vivido con ese sueño desde joven, quizás porque mi padre tuvo la suerte de “pegarle” en dos ocasiones al premio mayor con un número terminado en 7 del cuál adquiría habitualmente una serie, aquí en Hermosillo.
Por ello puedo llegar a entender la vagancia presidencial al despertar en los mexicanos el deseo de comprar “cachitos” para ganarse el famoso avión 787 Dreamliner que tiene más de un año sin venderse y que se ha convertido en un dolor de cabeza para el gobierno de la 4T.
Pero la verdad de las cosas es que la ocurrencia de AMLO no resuelve el problema de fondo y resultaría muy complicado realizar esa rifa por diversas razones, principalmente porque el ganador tendría que pagar varias decenas de millones de pesos en impuestos.
En segundo lugar porque el gobierno federal le debe la nave a Banobras y cualquier transacción de dicho bien tendrá que ser discutida y autorizada en el congreso mexicano.
López Obrador tuvo que regresar a México el avión luego de un año de permanecer en un hangar en California sencillamente porque la estrategia de su venta fue fallida y realizada de manera impulsiva y visceral, muy al estilo de las acciones del actual gobierno.
Guardadas las proporciones, el asunto del avión presidencial se parece a la cancelación del aeropuerto en Texcoco que ha costado miles de millones de pesos y que todavía no acaba de convencer a los mexicanos pensantes.
Texcoco fue enterrado porque supuestamente se maquinaron grandes fraudes entre los contratistas y el gobierno de Peña Nieto, sin embargo nunca se comprobó un solo caso.
También porque el aeropuerto dañaría el entorno ecológico del antiguo lago de Texcoco, posibilidad que nunca fue demostrada toda vez que el deterioro data de varios siglos.
Ambas propuestas –cancelar el aeropuerto y vender el jet Dreamliner—fueron promesas de campaña de López Obrador que le dejaron jugosos dividendos en votos y popularidad, pero que ahora han dejado secuelas y daños económicos muy costosos.
A estas alturas la mejor solución sería pedirle a la compañía norteamericana Boeing que reciba de vuelta el avión a un precio de mercado razonable --su precio original fue de 218 millones de dólares-- con la promesa de que si lo vende más alto comparta las ganancias con el gobierno mexicano.
Lo demás es perder tiempo y dinero muy valioso. Ya costó muchos millones estacionar el avión en Estados Unidos y costará más tenerlo en México sin uso.
Esperemos que López Obrador le baje a su show mediático y recapacite pronto antes de emprender la rifa del avión presidencial.
Noticias deportivas…
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