Persiste la cerrazón en el alto mando
Es por de más lamentable que en pleno crecimiento del coronavirus en México y cuando más se requiere la unión y la solidaridad, el presidente López Obrador insista en su política de atacar y desacreditar a los sectores productivos.
Cuando estamos por entrar a los días culminantes de la Semana Santa todos pensaríamos que la primera autoridad del país, quien tanto ha pregonado sobre el perdón y la concordia, convocaría con hechos a un pacto nacional para enfrentar esta compleja situación.
Por el contrario, y como ya es su costumbre, en las mañaneras recientes se dedicó a atacar a quienes llama sus adversarios y los conservadores de México, enemigos que ha creado López Obrador en su imaginación para convencer a sus seguidores de tantas ocurrencias.
La crisis sanitaria que vivimos se prolongará por varios meses más, lo que ocasionará daños incalculables para la economía.
Algunos expertos hablan de que la caída será de hasta el diez por ciento de la economía y que la recuperación tardará en llegar entre dos o tres años más.
Mi humilde opinión es que el rebote vendrá más pronto de lo esperado -entre seis y doce meses- siempre y cuando la pandemia por el Convid-19 se controle ampliamente y se tomen en estas semanas las medidas económicas más adecuadas.
Con cierto optimismo imagino regresar a una incipiente normalidad para julio o agosto, las escuelas y universidades volverán a clases, miles de mexicanos tomarán sus vacaciones luego de la prolongada cuarentena, los restaurantes estarán a su tope, las empresas reiniciarán con fuerza sus proyectos suspendidos, en suma, la economía entrará en una inusitada efervescencia.
Pero -repetimos- siempre y cuando se evite una catástrofe financiera como ocurrió en 1982, y años después, en 1994.
Lo que el sector privado solicita para sobrevivir es muy sencillo: diferir pagos de impuestos, recuperación inmediata del IVA, apoyo para el pago de nóminas, un periodo de gracia para el pago de créditos, entre otras cosas.
El gobierno de López Obrador se niega a tales demandas porque trae el casete del pasado cuando la izquierda mexicana se dedicaba a injuriar a los empresarios porque supuestamente eran los causantes de las crisis, cuando
en realidad fueron los políticos incompetentes y testarudos.
López Portillo nacionalizó la banca para justificar su despilfarro y la corrupción galopante de su administración.
Salinas de Gortari dejó la economía amarrada con alfileres luego de un 1994 convulso y colmado de vendettas políticas e intrigas palaciegas.
Existen empresarios en México que han hecho grandes fortunas gracias a componendas con gobernantes y a sus recurrentes prácticas ilegales, por cierto, varios de ellos están muy cerca de Palacio Nacional.
Pero más de un 90 por ciento del sector productivo está integrado por empresarios entregados, profesionales y dedicados.
Basta ver cómo infinidad de empresas mexicanas están triunfando no sólo en el país sino también en el extranjero.
En Estados Unidos abundan los emprendedores mexicanos que hoy son ejemplo en sus comunidades y lo mismo sucede en cada estado y población de México.
Y no hablamos de Carlos Slim ni de Emilio Azcárraga, quienes tienen dinero de sobra para salir adelante, sino de líderes de negocios locales y regionales, que sin el respaldo de la autoridad y de la banca mexicana, podrían quebrar en dos o tres meses y dejar en la calle a miles de mexicanos.
Para que entienda el señor Presidente: diferir pagos no es condonar ni dar nada gratis, es simplemente dar oxígeno a las empresas para que sobrevivan y puedan operar sin grandes contratiempos cuando la pandemia sea superada.
Si López Obrador no recapacita y apuntala al sector productivo como debe ser, México sufrirá un elevadísimo desempleo y una caída libre en el producto interno bruto.
¿O acaso el primer mandatario desea quedarse con las empresas mexicanas y alcanzar el sueño romántico de la izquierda de implantar un gobierno socialista y dictatorial?
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del número de muertos diarios, sin embargo, en otros países como Estados Unidos y Francia las cifras son dramáticas.
En el país galo murieron el pasado miércoles 1,417 personas mientras que Norteamérica registró 1,286 defunciones y el mayor número de casos confirmados nivel mundial con 363,321.
No hay pues razón para lanzar las campanas a vuelo, todavía.