Urge un estadista no un Presidente bravucón
Un cambio o ajuste severo tendrá que suceder al interior del Gobierno federal en turno o de lo contrario el país se irá al fondo del precipicio en el terreno económico y a una revuelta nacional a nivel social.
A un año y medio de la llegada al poder, el presidente López Obrador no ha logrado convencer a sus opositores de sus acciones al tiempo que el desencanto comienza a invadir a un amplio sector de sus simpatizantes.
El primer mandatario sigue empeñado en tomar decisiones disparatadas sin importarle las consecuencias como sucedió con la cancelación del aeropuerto de Texcoco y más recientemente con el manejo caprichoso de la pandemia.
La economía mexicana acusa uno de sus peores momentos de las últimas tres décadas —igual o peor que en la crisis de 1994—, pero López Obrador insiste en señalar que vamos muy bien sin tomar las medidas propias de la emergencia nacional.
En el terreno político y social su comportamiento es todavía más terrible.
López Obrador arremete todos los días contra sus “adversarios conservadores” a quienes les endilga cuanto mal se atraviesa por cualesquier rincón del país.
Mientras eso ocurre la violencia del crimen organizado no cede en México, hace unos días fue secuestrado un general del Ejército y apenas el martes un juez del fuero federal y su esposa fueron salvajemente acribillados ante la presencia de sus dos hijas pequeñas.
El fundador de Morena ganó las elecciones hace dos años con 53% de los votos, margen que fue sobrevalorado por sus correligionarios y los medios de comunicación porque desde la dictadura del PRI ningún candidato victorioso había alcanzado la mayoría en los comicios presidenciales.
Sin embargo, los analistas acuciosos señalaron que la votación fue de apenas 63% del padrón total de 89 millones de mexicanos.
Esto significa que los 30 millones de votos de Andrés Manuel significaron poco más de 30% de los votantes registrados, es decir cerca de 70% de los mexicanos con credencial simplemente no votaron por él.
Como buen ladino de la política, el tabasqueño logró su empoderamiento gracias a la ola mediática y al triunfo de su partido en el Congreso.
Pero es falso de toda falsedad que López Obrador tenga el soporte de la mayoría de los mexicanos, como mencionamos alcanzó sólo 30% de los votantes en 2018 y en los últimos meses su nivel de aprobación ha ido en franco descenso.
Por lo mismo, si sostiene su actitud revanchista y de constante ataque contra sus críticos y opositores, en lugar de buscar la unidad nacional, su liderazgo será mermado al igual que la gobernabilidad del país.
No queremos imaginar el desastre que hubieran dejado Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña si se hubieran subido al ring a cada rato para reñir como perros callejeros ante sus adversarios.
Bien dicen que un presidente no se puede enojar porque el daño que puede hacer es terrible, peor todavía cuando descarga su ira contra medios de comunicación y sectores productivos al tiempo que solapa a la delincuencia organizada y a políticos corruptos afines a su gobierno.
Recientemente sorprendió que López Obrador exigiera pruebas al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, sobre acusaciones contra el Gobierno federal, pero ¿cuándo el mandatario ha dado evidencias de sus señalamientos de corrupción contra empresarios, políticos y comunicadores que no le son afines?
Nada improbable será que en las elecciones del próximo año Morena pierda el control de las cámaras en el Congreso, lo que debilitará fuertemente a López Obrador y lo pondrá muy cerca de someterse a la elección de revocación de mandato.
Para concretar la revocación se requiere primero un largo proceso para realizar la elección y luego que la mayoría la apruebe siempre y cuando vote más de 40% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral.
Esto podría ocurrir por una sola vez en el sexenio, allá en marzo de 2022 y de concretarse la revocación el país entraría en una etapa inédita en donde se tendría que convocar a una elección para un presidente que concluya el actual sexenio.
Entre que son peras y son manzanas lo más recomendable será que López Obrador entienda que su misión es gobernar para todos los mexicanos, escuchar y atender a sus críticos así como promover la concordia en lugar de la división y el odio entre los mexicanos.
Por cierto, el primer mandatario deberá viajar a Washington para dar el banderazo al nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), del cual dependen muchos empleos y empresas de nuestro país.
Reunirse con Donald Trump y con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, lo colocará a nivel de estadista y de digno representante de los intereses de México, por el contrario, quedarse encerrado en el país demostrará que tenemos a un Presidente acomplejado y tercermundista.
Lo que ocurrió en 2016 con la visita de Trump a Los Pinos es cosa muy distinta, entonces el empresario era candidato y nunca debió ser invitado a un evento oficial en la sede presidencial.
Hoy Trump es presidente de Estados Unidos, nuestro primer socio comercial y con posibilidad de ser reelegido por cuatro años más.
México y AMLO tienen mucho que perder si no se atiende esta oportunidad.
Noticias, noticias…
Por demás lamentable el fallecimiento de Rigoberto González Chávez, presidente municipal de Bacoachi, quien al parecer fue víctima del Covid-19, enfermedad que por cierto no ha expresado ningún respeto por alcaldes y funcionarios sonorenses.
Descanse en paz…
Ha levantado enorme polémica el virtual toque de queda implantado por Célida López, alcaldesa de Hermosillo, en adelante para circular después de las 18:00 horas se requerirá un permiso especial tramitado previamente en la Secretaría del Ayuntamiento.
Esperamos que esta medida logre contener el aumento de contagios locales por el coronavirus.