Vida y familia antes que otra cosa

Nunca será tarde y menos ocioso salir a defender en México nuestros valores, creencias y tradiciones. 

Por el contrario, en muchas ocasiones por desidia, cobardía o indiferencia hemos sido sorprendidos con acciones que van en contra de nuestra cultura y que las hemos tenido que soportar y sufrir por décadas.

Por ello resultó muy gratificante observar la marcha que el pasado sábado se realizó en Hermosillo y de manera simultánea en otras sesenta ciudades de la República Mexicana.

El motivo fue muy claro y objetivo: expresar abiertamente el rechazo al aborto, al matrimonio igualitario y a todas las iniciativas de ley que atenten contra la integridad de los niños y a la educación en favor de las familias.

La marcha fue coordinada por el Frente Nacional por la Familia y en ella participaron innumerables asociaciones civiles y religiosas locales, especial relevancia en este evento tuvo el respaldo por parte de la Arquidiócesis de Hermosillo.

No es la primera vez y seguramente tampoco será la última en la que ciudadanos hermosillenses salen a las calles para expresarse abiertamente a favor de la vida y de las libertades en medio de amenazas y embates, especialmente desde el centro del país.

En este momento, cuando un partido que controla el gobierna federal y el congreso y cuyas propuestas en el ámbito de la vida y la educación son por demás funestas, toma especial importancia la defensa de los valores y las tradiciones por parte de la ciudadanía.

Se recordará que la sociedad mexicana y en especial la del entonces Distrito Federal, fue tomada por sorpresa cuando en abril del 2007 el aborto solicitado por una mujer hasta las doce semanas de embarazo, fue aprobado por la asamblea legislativa del Distrito Federal.

Fueron 49 votos a favor, 19 en contra y una abstención en aquella controvertida reforma de ley aprobada en la asamblea dominada por el PRD y en una ciudad gobernada por Marcelo Ebrard, entonces militante de dicho partido.

El aborto en México se permite prácticamente en todos los estados cuando se trata de un embarazo por violación y en algunas entidades es legal en caso de que el embarazo ponga en riesgo la salud de la mujer.

Pero ningún estado cuenta con una ley tan liberal como la de la Ciudad de México, de hecho junto con la de Cuba se considera la más agresiva de Latinoamérica y similar a las que ostentan en Estados Unidos y Canadá.

En aquel abril del 2007, hace ya doce años, la respuesta en contra de la legalización del aborto fue tibia y desarticulada por parte de las asociaciones civiles y religiosas.

Razón de más, pues, para que hoy cuando nuevas amenazas se ciernen sobre el derecho a la vida y a los derechos de nuestras familias, salgamos de manera clara y contundente a manifestar nuestro rechazo al aborto y a cualesquier iniciativa en contra de los niños, los jóvenes y los matrimonios.

Ya sabemos que los intentos por destruir la familia han sido por demás evidentes en el mundo entero durante las últimas décadas.

El comunismo europeo intentó desaparecer la religión y acabar con la familia, el nazismo hizo lo propio con la cultura judía, el totalitarismo chino ha impuesto una sociedad materialista con todas sus aberraciones.

En México no podemos permitir que por ideologías externas y extrañas se quieran imponer patrones que no comulgan con nuestra cultura centenaria.

El respeto a la vida, a las familias y al matrimonio tradicional forman parte de esa apreciada cultura mexicana que hemos vivido durante siglos.

Promover la legalización y la práctica del aborto además de inhumano va en contra de nuestra sociedad. Desde que se permite el aborto inducido, en la Ciudad de México se han realizado alrededor de 210 mil intervenciones y coincidentemente fue a partir de esos años cuando la violencia se desató en todo el país.

Confiemos en que las manifestaciones ciudadanas logren su cometido a fin de que legisladores y políticos mexicanos adviertan que la sociedad no favorece estas prácticas y movimientos por más que algunos medios y partidos los promuevan.

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